Al principio él reaccionaba violentamente, incluso más violento que antes; pero ahora no. Ya no me arroja cosas ni me grita que desaparezca. Últimamente, cuando toma conciencia de mí, sólo hunde su cabeza entre las manos y llora en silencio.
Pero yo nunca lo voy a dejar, jamás abandonaré su lado.
Ese era su deseo. Era lo que él me gritaba la noche que, borracho, iniciaba otro ataque de celos injustificados.
-¡Eres mía! -gritaba- ¡Sólo mía!
Me empujó contra la pared de la cocina.
-¡Nunca serás de nadie más!
El reverso de su mano izquierda me dio de lleno en la cara.
-¡Y estaremos juntos para siempre!
Un golpe cruzado de su puño derecho me quebró el cuello.
Ese fue el golpe que me mató.
Juntos para siempre. Así será.
Texto: +Tomas Auchterlonie
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