Y sin pensarlo más me entregué al mar, me dejé mecer flotando hasta no percibir mi cuerpo. Fui perdiendo la noción del tiempo y del espacio en un proceso lento y placentero. Suspendido en el agua tranquila mi actividad mental se fue ralentizando, mis pensamientos fluían lentamente y lo exterior a mí me era ajeno, por encima el cielo infinito y el sol, por debajo un metro de agua o diez... daba igual. De vez en cuando abría una rendija los ojos y veía pasar las nubes que me ofrecían todo tipo de figuras efímeras. En el silencio profundo y sordo oía claramente mis latidos y allá a lo lejos el rumor de las olas al romper suavemente en la orilla. Y todo me parecía más claro, más puro y más sencillo, había esperado setenta años para vivir ese momento. Al incorporarme y abrir los ojos a mi otra realidad el único pensamiento claro que recuerdo fue el de que tenía que contar esa experiencia.
Texto: Javier Velasco Eguizábal
Sin duda alguna una experiencia muy placentera...
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias, María. Así fue y no quise perder la oportunidad de contarlo.
EliminarUn abrazo
Flotando en el mar... Qué magníficas sensaciones. Precioso texto. Un placer leerte. Abrazos
ResponderEliminarTe agradezco el comentario, Nuria. A decir verdad el nivel de relajación que conseguí fue grande. Un abrazo
EliminarThank you so much admin for uploading such amazing content with us your blog is really helpful for me.
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