03 marzo, 2014

Relevo



La entrada a los aposentos de Jaemuaset (sumo sacerdote) era una honda penumbra, apenas dos lámparas de aceite suavizaban la oscuridad total.

Las dilatadas pupilas de Ramses III y su concubina preferida, Tiyi, se cruzaban intermitentemente observando los alrededores y escondidos tras dos columnas enfrentadas; ambos guardaban un silencio pétreo, ambos portaban en sus manos afiladas y pulidas espadas de bronce, sostenidas de forma pulsante, a ritmo de los latidos de sus corazones. Espadas que cortaban el pálido haz de luz en cada pulsación.

De pronto la silueta y los pasos deslizantes de Jaemuaset aparecieron, pero se frenaron a la entrada del pasillo, una anormal penumbra le extrañó. Él conocía la aversión del faraón Ramses ante su negativa de endiosar al hijo de Tiyi y elevarlo a la élite faraónica. Él conocía el poco valor ya de su vida.

Unos segundos bastaron para que Jaemuaset tomara confianza y se adentrara, casi corriendo en el pasillo, dejando tras de sí gotas de sudor frío, gotas desconfiadas que huían hacia atrás. El sudor se frenó, torno a rojo, a gotas ahora grávidas que manaban de su cuello y de su abdomen tras sufrir el delirante y febril ataque de las dos espadas de bronce.


Autor: Jesus Abreu Luis
Narración: La Voz Silenciosa

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