De pronto fui
consciente de mi estado, no podía mover ni las piernas ni los brazos
porque no los tenía, ¡horror! era una crisálida. Recordaba el momento de
envolverme con placer en la sábana, pero ahora mi aspecto debía de ser
horrible. Nunca más podría continuar con mi vida anterior.
El despertador me transformó y me devolvió a una nueva realidad.
Saliendo de mi envoltorio pude extender mis extremidades y saludar al
nuevo día. Me miré en el espejo y maldije la película de terror que
había visto.
Texto: Javier Velasco Eguizábal
Todo es acostumbrarse, ser una crisálida.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Saludos!
Gracias María Gladys, pero no dejo de reconocer que fue un mal sueño.
EliminarJajaja, muy bueno, más de una vez me he visto en situaciones de ese estilo hasta el punto que tuve que dejar de ver películas de miedo, porque una noche salté de la cama para huir de una bomba, tras ver la última película de Max-Max, me desplacé una vértebra cervical.
ResponderEliminarAsí que como para ver películas de miedo o terror.
Muy buen relato. Admirable la soltura de la narración.
Abrazos
Será por eso que no es el género de películas de mi gusto. De pequeño temblaba y me pasaba la mayor parte del tiempo con los ojos tapados. De mayor he preferido siempre evitarlas. Aunque, ciertamente, son un buen estímulo para la imaginación.
EliminarMe alegra que te guste, Nuria.
Un abrazo