Era su única dote. Cuentan que la traía en una caja de cedro, que la sembró la noche misma de la boda y que, a falta de agua, la regaba con su propia sangre. Se convirtió en árbol con desconocida rapidez, por primavera se cubrió de pequeñas flores aromáticas y al llegar el verano estallaron los frutos: rojos, azucarados, tentadores. ¡En esta tierra desolada! Sin duda era obra del maligno, hubo que ordenar a los fieles que lo descuajaran. No somos responsables de que, en su celo purificador, apedrearan a la extranjera. Perdió un ojo, por eso oculta su rostro con un velo, y en su tienda, de noche, dejaron de oírse risas. Entonces decretamos que las mujeres honradas no pueden plantar árboles. Sólo por evitar nuevas desgracias.
Texto: Elisa de Armas de la Cruz
Chapó!
ResponderEliminarSaludos cordiales
Así va el mundo. Buen resumen
ResponderEliminarSigo escalofriada: parece un fragmento sacado de un libro de preceptos fundamentalistas.
ResponderEliminarNo tengo palabras...
Eso es lo que pasa con determinadas semillas repartidas por el planeta. Impresionante micro.
ResponderEliminarBesos para ellas...
Impresionante la descripción de aquellas mentalidades digamos: fuera de toda lógica. Buen micro.
ResponderEliminarUn texto escalofriante porque hace pensar que la realidad pueda superar la ficción.
ResponderEliminarMe ha impresionado, la ignarancia, la incultura, el extremismo. Esa semilla, esa simiente, que representa el futuro, la diferencia...
ResponderEliminarSaludos
Un excelente micro, que también es semilla para echar raíces en las conciencias sin dejar de crecer. Coincido con Dácil, parece un texto extraido de un libro religioso, quizá mítico, con ese objetivo pedagógico.
ResponderEliminarVaya dote, me ha gustado Elisa. Cariños.
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