Juan Ramírez tiene un hermano exactamente igual que él. Se parecen tanto que su madre los ha confundido siempre. Los remolinos del pelo están en el mismo lugar y los lunares son los mismos, aunque hay rasgos que les caracterizan, como la sonrisa de medio lado de Juan o el guiño del ojo izquierdo de Luis.
Una mañana Juan se despierta y sabe que no es él, sino Luis. Se siente demasiado contento. Se mira al espejo y ve a Luis, con su sonrisa bobalicona, igual que la suya. Guiña un ojo para cerciorarse, pero el reflejo no le convence. Su hermano Luis o Juan no está en casa. Y su madre no sabría decir quien es él y quien se ha ido.
Texto: Ana Vidal
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Uffff, que ni su madre sea capaz de distinguirles...
ResponderEliminarEnhorabuena Ana por la publicación.
Besos desde el aire
Ayer hablamos en La Esfera (radio) de las neuronas espejo.
ResponderEliminarAquí tenemos gemelos espejados, espejismo de gemelos.
Irónico texto, puro surrealismo.
Muy bueno.
Apariencia, identidad, verdad... Eternas preguntas del ser humano que han provocado incesantes debates e incluso han dado lugar a movimientos filosóficos. Todo ello enlatado en este texto para la reflexión y el aplauso, sin desprenderse de la sonrisa que provoca al lector.
ResponderEliminarIrónico y surrealista. Un espejismo de persona juega con nosotros los que leemos el texto. Enhorabuena.
ResponderEliminarInteresante y divertido juego de espejos; de identidades perdidas. Me gustó mucho, Ana.
ResponderEliminarAna, un juego entre la identidad y el engaño, me ha gustado.
ResponderEliminarPor ahí iban los tiros, esa duda sobre la propia identidad que tenemos, qué pasa si encima hubiera alguien igual que nosotros ¿no dudaríamos más?
ResponderEliminarGracias por leer!
Un placer estar aquí!
Me gusta este espejismo. Me hace pensar, también, en los celos de los hermanos.
ResponderEliminarUn micro magnífico en buenas manos, o mejor dicho en buena voz silenciosa. Un texto que, aunque con ese toque de humor, nos resulta inquientante y casi nos hace dudar de nosostros mismos, empujándonos hasta el borde del abismo de la locura o de la demencia.
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