Hoy se cumplen dos años del fallecimiento de Miguel Delibes, uno de los grandes escritores españoles del siglo XX y también uno de los más queridos por mí. Sirva esta entrada como homenaje.
Solemos referirnos a Miguel Delibes como el autor que mejor ha retratado el mundo rural de Castilla la Vieja o el lenguaje de sus moradores; nunca se menciona la riqueza formal de sus obras. Un ejemplo brillante es Cinco horas con Mario, que releí hace pocos meses con motivo de la representación teatral, con Natalia Millán en el papel de Carmen. No exagero si digo que la (re)lectura de esta obra fue todo un descubrimiento .
La obra está dividida en tres partes. La primera es todo un golpe de efecto. Delibes deja de lado los métodos convencionales para introducirnos en la historia y lo hace con maestría y originalidad: la esquela de Mario. ¿Acaso no es así como nos enteramos de la muerte de muchas personas?
La segunda parte está escrita como si el autor hubiera pensado desde el principio en que fuera a ser representada. Es como si contuviera las acotaciones necesarias para la actuación de los personajes y el montaje de la escena. Aún más, quienes están presentes en el velatorio no están elegidos al azar sino que tienen papel importante en la vida del matrimonio, tal como veremos luego.
Hay aquí un elemento que entonces me pareció divertido. Mario, el hijo mayor, pregunta
quien ha dado la vuelta a los libros y cuando su madre le responde que había sido ella –hasta ese extremo lleva las convenciones del luto- él dice que los libros son él, Mario. Una de las amigas coge uno de esos libros, la Biblia y lo abre, viendo que hay párrafos subrayados. De nuevo, Carmen les dice que durante la noche irá leyendo esos párrafos y así estará con él.Momento de la presentación |
La tercera parte se corresponde con las cinco horas que Carmen pasa a solas con Mario. Serán precisamente los párrafos subrayados los que irán introduciendo cada uno de los temas sobre los que Carmen irá hablando y reprochándo a Mario. A lo largo de esa conversación de cinco horas iremos conociendo no solo a Carmen sino al propio Mario y a sus respectivas familias. También iremos viendo de qué forma, los asistentes al velatorio estuvieron implicados en su relación.
Hay otro artificio literario al que recurre Delibes durante el monólogo y lo hace con gran maestría: la repetición. A lo largo del texto, va repitiendo determinadas ideas: el regalo del cordero, la denuncia al policía, la vivienda que no les conceden, … pero cada repetición supone en realidad una ampliación de la información hasta que poco a poco vamos sabiendo toda la verdad. Mecanismo este que utiliza además para hacer una crítica acerada, mordaz y muy sutil de la sociedad y la política de esa época. Repetición que servirá también para que Carmen haga al final un descubrimiento sobre si misma que tambaleará su mundo.
Una vez terminado el libro te das cuenta (o a mi me lo pareció) de que esos libros vueltos al revés son la metáfora del matrimonio de Carmen y Mario. Dos personas que vivían de espaldas al uno al otro, que compartían cama y casa pero nada más. El recuerdo que tenía de mi primera lectura era que Carmen era una mezquina, llena de prejuicios y Mario “un santo varón”. Ahora, mi impresión es muy otra y pienso que Mario era un egoísta que no se preocupaba en absoluto de su mujer y Carmen una víctima –o al menos, un reflejo- de una determinada e incorrecta educación. Algo que creo que también Delibes quería criticar.
Leer esta obra fue un auténtico deslumbramiento y me confirmó lo que ya sabía, que Miguel Delibes es uno de los grandes autores de la literatura española del siglo XX (o de todos los tiempos) y me enseñó que sus novelas además de un lenguaje preciso y certero, esconden una trabajada y compleja estructura, tan bien ejecutada que no se aprecia a simple vista. ¡La engañosa sencillez de los grandes artistas!
Estos fueron mis pensamientos durante la lectura y la visión de la obra de teatro.
Pues ya ves, tu segunda impresión de Mario fue la primera mía. Claro que yo miro con ojos de Carmen :)
ResponderEliminarun magnífico artículo
abrazos :)
Me ha encantado tu visión, que también es la mía. Una magnífica obra, de las mejores en lengua castellana, del siglo pasado.
ResponderEliminarGracias y un beso fuerte.
Yo comparto la percepción de Mariluz, lo leí y vi retratada a una mujer sometida y con una vida desperdiciada al lado de un enorme egoísta que no la veía ni la escuchaba.
ResponderEliminarComparto la admiración hacia Delibes.
MariluzGH leí este libro cuando debía tener catorce o quince años. Tan solo recordaba y muy borrosamente la insistencia de Carmen con el seiscientos.
ResponderEliminarPor eso considero que es ahora cuando en realidad me acerqué por primera vez a la obra.
Un abrazo.
Hola Isolda me alegro de que compartamos visión.
La Abela pensando un poco en ello pienso que Delibes utilizó las figuras de Mario y Carmen para criticar la España de la época; a través de Mario la política y a través de Carmen la situación de la mujer.
Cuando leí este libro, comprendí lo que era la gran literatura universal. Y no me apeo de las palabras. El problema es que se llamaba Miguel, se apellidaba Delibes y no salió de Valladolid y se mantuvo fiel a su editorial de toda la vida.
ResponderEliminarCuando vi a Lola Herrera representado esta obra en el viejo Juan Bravo de Segovia, quiero decir, muchoa años antes de la remodelación que ahora disfrutamos, me reafirmé en la primera impresión casi adolescente. Creo que fue entonces cuando me reafirmé en mi deseo de escribir.
Si este hombre se hubiera llamado Michael Delibeshon, o algo así, habría disfrutado del Nobel bastantes años antes de su muerte.
Y aún así, reconozco que en España ha sido y es muy bien tratado.
Magnífica reseña, L.
Un clásico. Una obligada lectura. Un escritor poco valorado. Pero pienso que el tiempo lo pondrá en su merecido sitio. Aunque a él, ya poco le importa. Creo que hizo lo que quería: ESCRIBIR.
ResponderEliminarlammermoor, ya no recordaba lo del seiscientos ¡tienes razón! :)
ResponderEliminarCreo que es una lectura que nos descubre matices nuevos cada vez, tal es su riqueza experiencial
un abrazo para ti
Sólo he leído una vez “Cinco horas…” y hace tiempo; después de leer tu estupenda reseña-homenaje siento que tengo que volver a leer este libro, porque me has descubierto muchas cosas que me pasaron inadvertidas y has hecho que me pregunte si, después de otra lectura, seguiría manteniendo la profunda antipatía que me inspiro Carmen. Me gusta releer los libros que me han impresionado y tu reseña me confirma en las ventajas de esta costumbre.
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