27 marzo, 2012
Complejos perdedores
Existen sitios prohibidos en casi cualquier ciudad, donde la gente de buen vivir nunca pondrá un pie. Antros olvidados, garitos de los que todo el mundo ha oído hablar, pero que nadie ha pisado. En uno de ellos yo derramaba mi existencia. En uno de ellos, que no tenía ni nombre ni cartel, escondía yo mi complejo. En uno de ellos pasaba mi vida escribiendo versos de perdedores y desamores en servilletas usadas y cajetillas de tabaco. En uno de ellos se apagaba mi llama, que mantenía viva solo por la poesía. Allí bebía hasta el amanecer con las putas que terminaban su jornada y llegaban apestando a semen pegoteado en busca de un verdadero amor. Allí, también, estaba aquel tipo que tenía amputadas las dos piernas y permanecía en pie sin sentarse, apoyado sobre dos muletas junto a la barra horas, días, meses… Nunca lo vi moverse de su rincón y su vaso. Allí, en ese antro sin nombre residíamos los apestados junto a los turistas. Así le llamaba yo a las cucarachas: turistas. Pues aparecían por todas partes de la barra, despistadas y desorientadas haciendo turismo. Formaban parte de la decoración y del pringue del mostrador, compuesto por manchas de alcohol de garrafón, colillas, migas de los pocos bocadillos que se hacían y café de borras. También en esa cueva escondía mi complejo, mi puto apéndice. Pero en ese garito nacía mi poesía, la única que me mantenía encendido, en espera. Con la expectativa de que nada es eterno, que la vida de perdedor que llevaba era algo pasajero y que mi apéndice nasal un día se caería mientras bebía con las putas, mientras departía con los borrachos y mientras estrechaba manos negras con uñas carbón de rascarse sabe Dios qué. Y aquella madrugada, cuando preveía que fuera del antro, la luz de la mañana estaba doblegando a la etílica noche, la vi entrar y pidió un café de borras. Y cuando pegó sus labios a la taza y su apéndice nasal le estorbó por su tamaño para beber, lo supe. No era único, éramos un par. Pero eso es otro capítulo, aunque de igual forma de perdedores.
Texto: Francisco Concepción (FranCo)
Narración: La Voz Silenciosa
Más relatos "Con un par de narices", aquí
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Bukowski lo hubiera firmado tal cual. Y además de poeta, narigón. Pobre hombre, no tiene desperdicio.
ResponderEliminarMuy buen texto Francisco, con tu sello indiscutible, transgresor y yendo a lo más hondo y duro de los sentidos.
ResponderEliminarLástima que esté fuera de concurso Sr. Concepción porque, en mi opinión, es de los mejores y mas impactantes relatos que se han colgado aquí con las narices como icono. El ambiente marginal que nos dibuja sin concesiones y de forma tan poética está excelentemente logrado. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Francisco, es un buen texto descarnado y transgresor.
ResponderEliminarNo sé si aquí aceptáis correcciones. Si no es así, borra este comentario:
"garitos de los que todo el mundo ha oído hablar"
y "pringue". Un saludo.
Me gusta el ambiente, la atmósfera, el paisanaje, la soledad crónica, el encuentro de dos almas gemelas por narices.
ResponderEliminarMuy bueno, Francisco, muy bueno.
Muy bueno Francisco, con ese estilo tan tuyo que se reconoce enseguida, describes con maestría un mundo marginal, con esa calidez que invita al lector a intimar con el protagonista, a escuchar sus confidencias y te alegras con él cuando ella entra en escena, porque al final es casi un amigo y terminas olvidando que tiene un problema con su nariz.Apetece seguir leyendo ...
ResponderEliminarGracias a cuantos me han leído. Un honor juntar palabras, crear atmósferas, edificar personajes e intentar transmitir un sentimiento y que te lean.
ResponderEliminar¿existe algo más cercano a la felicidad?
Ya... es un poco exagerado, pero...
Recreas muy bien la atmósfera lúgubre de los antros nocturnos.
ResponderEliminarSaludos
Una triste y bella historia. Antros, putas, cojos, poetas, borrachos..., perdedores. Y por qué no, pueden tener un final feliz.
ResponderEliminarSin duda, hermoso lugar donde enamorarse.
ResponderEliminarSaludos
Un texto que, aunque como dice Amando parece bokowskiano, tiene ese aire poético donde hasta las cucarachas dan la impresión de ser unos simpáticos y amigables animalitos. Creo que el uso de la primera persona en la voz narrativa es muy acertado, ya que nos introduce en la historia más fácilmente además de resultar más creíble. Es un texto en el que podemos afirmar que tiene un par de narices. Enhorabuena FranCo.
ResponderEliminarMagnífico relato. La elección de las palabras, el ambiente creado, y la primera persona, hace que te sientas partícipe del lugar...hasta olerlo!. El final me parece muy acertado. Felicidades!
ResponderEliminarGracias por tus palabras "Con tinta Violeta" un lujo tener lectoras como tu.
ResponderEliminarJosé Francisco, es un lujo escuchar esta historia en tu Voz.
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