03 abril, 2012
Altos vuelos
Fefa se escondía detrás de unas gafas gruesas de pasta negra. Su altura rozaba el insulto y su condición de niña única le daba un aire de prioridad a todos sus pensamientos.
Cuando íbamos a su casa entrábamos dos veces para acostumbrarnos al olor a cartón mojado que la envolvía. Salíamos corriendo huyendo de sus rarezas repelentes, pero sus piernas de látigo rodaban tan rápido que burlaban nuestra lentitud.
Marifefa se apropiaba de los lugares más altos y divertidos, solo porque llegaba antes. Todos nos conformábamos resignados ante la evidencia de la más fuerte.
Hablábamos con ella porque era la que más chillaba y porque en el fondo nos daba pena la soledad de su altura, de su niñez única, de sus padres raros y de su espacio mojado. Esperábamos que algún día se diera cuenta de su
terquedad, de sus gritos desordenados y sus competitivas carreras. Pero Josefina era diferente y por diferente se creía merecedora de unos privilegios indiscutibles.
Pasó el tiempo y su familia se mudó a una casa de ricos cercana al barrio. Marijose ya no chillaba y, si lo hacía no la oíamos y lo que no se oye no se comparte, y lo que no se ve ni cuenta ni se discute, ni mucho menos se pretende.
Ya no llegaba la primera porque dejó de correr cuando sus piernas se encogieron dentro de unos zapatos apretados, cambió la risa burlona de dientes de leche carcomidos por las prisas a una boca irónica cubierta de afilados pinchos, su voz ya no gritaba en los espacios abiertos y empezó a callar vergüenzas manipuladas, su larga soledad infantil se convirtió en altos vuelos que le llevaron a una nada vacía.
Doña Josefa es ahora una persona importante, de esas que saben mucho de leyes, las que nunca aplicó en su vida, que pretende enseñar igualdad en su perpetua diferencia, que intenta convencer de una justicia vestida de egoísmo.
Y yo sigo aquí, en mi barrio, con mi alma de niño, mirando por la ventana sin entender nada de lo que veo.
Texto: Inma Vinuesa
Narración: La Voz Silenciosa
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Observar la vida de otro, y más cuando ha sido un personaje del barrio, es observar la vida misma. Me ha encantando la triste historia de Doña Josefa, pero nunca se sabe, tal vez llegue a alcaldesa.
ResponderEliminarAbrazos
Inma: es el como lo cuentas lo que me gusta y mucho, vas tejiendo la historia con una habilidad que me entusiasma, pormenorizando los instantes sin cargar el texto.felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dácil, podría ser una alcaldesa o cualquier politiquillo de turno que se olvida de que viene de cartones mojados. Gracias por tu lectura profunda y tus palabras.
ResponderEliminarIsabel a mi me entusiasma que te haya gustado, compartir las letras es algo que satisface mucho al escritor y que se acojan tan bien como lo has hecho es un privilegio. Gracias
ResponderEliminarVoz chillona que se refina, largas piernas que se encogen, altos vuelos desde una casa de barrio, de Fefa a Doña Josefa,... y la falta de entendimiento del niño de a pie, de la hormiga de barrio.
ResponderEliminarAl margen de todo lo que encierra tu texto, coincido con Isabel en el valor de el entramado de las letras. Enhorabuena. Creces cada día: altos vuelos de escritura.
Me recuerda a los orígenes de una ex alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria. De repente descubrimos que el emblemático barrio de Vegueta son dos: Vegueta Bajo y Vegueta Alto. Es que decir que eres del barrio de San Antonio no queda bien, cosas de politiquillos...
ResponderEliminarCuando compartimos niñez siempre vemos a los adultos por mucho que cambien de posición, punto de vista, carácter, importancia... como aquellos niños que fueron. Una visión que es nuestra y que el resto no ve.
ResponderEliminarMe ha gustado Inma
Me encanta cada día un poquito más seguir tus letras. El tesón, el trabajo, el esmero y la atención dan sus frutos. Espero aprender alguna vez.
ResponderEliminarMe encanta la crónica de una metamorfosis anunciada de esa niña que alcanza sus ambiciones, al tiempo que su nombre se metamorfosea con ella y su cuerpo se adapta a su personalidad (¿o puede que sea al revés?).
ResponderEliminarMuy bueno, chapeau!!!!
PERO QUÉ TORPE!!! Que el comentario de antes era mío, de Ana J. Cabezaloca.
ResponderEliminarMe voy, a tomar las gotas del riego...
Muchas gracias Miguel, David, Amando, FranCo, Ana gracias por pararos a leer mis letras y comentarlas.
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