29 abril, 2012

Semejante


Tras pasar como cada mañana por su lado y considerarlo parte del mobiliario urbano, hoy en un arrebato le he saludado como al resto de personas con las que me encuentro a diario en mi trayecto al trabajo. Él ha levantado la vista y me ha contestado: –¡Buenos días Señor. Que tenga feliz día!–. Mi día no ha sido más feliz, pero he tenido al indigente martilleándome la cabeza. ¡Me ha devuelto el saludo como una persona más...!

Texto: Francisco Concepción Álvarez
Narración: La Voz Silenciosa

6 comentarios:

  1. Esa sensación de martilleo, se tiene muy cercana en los últimos tiempos, sobre todo en las puertas de los supermercados, cuando sales con las bolsas llenas y los miramos como si fueran invisibles...

    Buena intenciones, no nos faltan...
    Besicos.

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  2. Muy afortunado,Tu humanidad te honra.
    Un abrazo

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  3. Me alegra que rescataras el texto. Me pareció muy afortunado en los tiempos que corren.
    Muchos besos, Francisco y que tengas un buen día.

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  4. Extraordinario texto: muestra lo humano en toda su crudeza, lo inevitable y lo irremediable de la diversidad humana. Felicidades.

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  5. Ayer me avergoncé de mí misma porque pasé por detrás de un indigente con tal de no ver sus ojos.
    Este texto me ha tocado muy dentro, FranCo.

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  6. Hay los días en que paso detrás de los indigentes y otros, como el cuando antes de sentarme en el metro dije: perdone, señora, quizá quiere sentarse. ¿Era porque acababa de llegar en París? todavía con la maleta. No sé, sólo me acuerdo de los besos que me mandó desde el andén la señora con mochila y saco de dormir sucios.
    Todos los semejantes se merecen un saludo, una sonrisa. Gracias por recordarlo, FranCo.

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