Cuando salía del colegio volvía a casa caminando despacito. Tal vez caminaba despacito porque era un niño tranquilo, sin prisa. Tal vez lo hacía con pausa, para disfrutar cada palmo de acera conquistado por sus diminutos pies de infante. A lo mejor, avanzaba lentamente para escuchar el anárquico palpitar de esa gran ciudad en la que vivía, con su sístole, motor de los vehículos, y su diástole bullicio de masas. Probablemente fuera para acercarse a la verdad de los segundos convertidos en minutos que se dilataban impidiéndole llegar temprano. O tal vez… sólo tal vez… sin creerlo probable, caminaba despacito porque sabía que entre los ojos del cinturón doblado que sujetaba su padre para darle la bienvenida no cabían los rayos del sol. Texto: Miguel Pereira Rodrigo. Narración: La Voz Silenciosa
Cada vez, estoy más convencida de que, con poquitas letras, se puede contar mucho. Muy bueno, es una lectura deliciosa, a pesar de lo duro del mensaje.
Tremendo. Siempre deseo que este tipo de textos sólo sean literatura, quiero decir, que no abunden muchos niños que vuelven del cole despacito porque los rayos de sol no caben entre los agujeros del cinturón paterno. Pero me temo que mi deseo sí es pura literatura. Enhorabuena.
Me identifico con el comentario de Isolda y también aplaudo el acierto de la ilustración el niño sombra y si pudiera,seguro que sería invisible. Me ha gustado, aunque duele Felicidades al autor.
Gracias Mar, Amado, Isolda, Isabel, Yashira y Ana. Siempre es un placer llegar con las letras a lo más hondo de las personas, aunque para ello en ocasiones se toquen temas delicados. Pero personalmente creo que eso hace más grande a la literatura, aunque sea en formato reducido.
Cada vez, estoy más convencida de que, con poquitas letras, se puede contar mucho.
ResponderEliminarMuy bueno, es una lectura deliciosa, a pesar de lo duro del mensaje.
Tremendo. Siempre deseo que este tipo de textos sólo sean literatura, quiero decir, que no abunden muchos niños que vuelven del cole despacito porque los rayos de sol no caben entre los agujeros del cinturón paterno. Pero me temo que mi deseo sí es pura literatura.
ResponderEliminarEnhorabuena.
¿Qué duro! Pero a pesar de ello, poético y sosegado. Me ha gustado muchísimo la forma y el fondo.
ResponderEliminarUn beso, Miguel.
Me identifico con el comentario de Isolda y también aplaudo el acierto de la ilustración el niño sombra y si pudiera,seguro que sería invisible.
ResponderEliminarMe ha gustado, aunque duele
Felicidades al autor.
Duro texto Miguel, aunque muy bien narrado, cortito y lleno de contenido, cuando llegas al final, no puedes más que quedarte sin aliento.
ResponderEliminarUn abrazo y me gustaría darle otro a ese niño.
Una historia terrible magníficamente contada.
ResponderEliminarSe te encoge el corazón.
Enhorabuena!
Gracias Mar, Amado, Isolda, Isabel, Yashira y Ana. Siempre es un placer llegar con las letras a lo más hondo de las personas, aunque para ello en ocasiones se toquen temas delicados. Pero personalmente creo que eso hace más grande a la literatura, aunque sea en formato reducido.
ResponderEliminarRecibir esos elogios es un premio en sí mismo.
Una perta a todos.