30 agosto, 2012
Portero automático
Querida Rosario, han pasado diez meses desde que me echaron del portal y siempre recuerdo que tú fuiste de las pocas en estar a mi lado. No sé qué mosca moderna le picó a la comunidad para querer sustituirme por esa cosa electrónica. Bueno, sí lo sé y maldigo el día que dejé pasar a aquel vendedor que apestaba a aftershave. Me podía haber ahorrado la humillación de vuestras reuniones secretas barriéndolo de un escobazo. Después de once años en el portal no puedes imaginar cómo me sentó escuchar por el agujero de ventilación que un portero automático no hacía preguntas, no cobraba sueldos y no espiaba. Y yo sin poder bajar a cantarle las cuarenta. Solo tú preguntaste quién iba a visitar a los enfermos, alegrar a las viudas, espantar a los ladronzuelos y poner orden si yo me iba.
Tras pasar unos días lamentándome en una pensión de las de antes, reuní el valor para acercarme a una oficina de empleo donde me dieron las señas del único edificio inteligente que aún acogía a porteras auténticas como yo.
Tenías que haberme visto el primer día encogida en el asiento del taxi frente a aquel inmenso edificio acristalado. Uno de esos que está repleto de cámaras siguiéndote a todos lados y que, además, sabe limpiarse solo.
Me tratan bien, no me quejo. Solo tengo que sentarme en una portería, igual que un camerino abierto, ser yo misma y esperar a que alguien entre o salga. Los inquilinos son bastante silenciosos y no dan guerra. A primera vista parece que compran todos en los mismos almacenes y, si los miras bien, es como si tuvieran la vista perdida en el mismo lugar. De vez en cuando un mensajero me trae cajitas con piezas metálicas y yo las reparto por los apartamentos. Me he fijado que todas las cajas vienen del mismo laboratorio. Lo sé por el dibujo de aros entrelazados y bolitas que, por cierto, es el mismo que hay bordado en los uniformes de los hombres que vienen los lunes. Los que aparecen para llevarse a algún inquilino. No es asunto mío. Yo también puedo ser moderna.
Anoche tuve un sueño extraño. Entré en una habitación llena de chatarra electrónica. En el fondo había una silla y una mujer sentada. Le habían puesto mi ropa y se parecía a mí, pero no era yo. Estaba como dormida. Cuando la zarandeé, abrió los ojos sin mirar a nadie, congeló una sonrisa y se le desprendió un brazo que cayó al suelo dejando un hombro lleno de cables.
Por cierto, ¿cómo os va con el portero automático? Que sepas que en el mercado ya los hay más avanzados y con mejor aspecto. Creo que cualquier día de estos me verás barriendo en el portal del vecino pero no te asustes si no te conozco. Dejemos que pase un poco el tiempo y avance la ciencia y puede que un día verás a otra como yo que, incluso, se acuerde de ti.
Texto: Ana Mª González Rinne
Narración: Susana Santamarina
Más Historias de portería aquí.
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Querida Ana, con el buen manejo que haces de las letras y lo poco que te prodigas.
ResponderEliminarHe disfrutado co tu relato. Suerte en la convocatoria.
Un futuro que da miedo y un relato magnífico.
ResponderEliminarQué bueno volver a tenerte por aquí, Ana!
Ana que buen relato, me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bien escrito y muy imaginativo. Hoy todo puede ser reciclado, porteras incluidas.
ResponderEliminarFelicidades!
Es un exto estupendo, muy bien escrito; vas aumentando la intriga por momentos, pero algo se me escapa, no lo capto. Será que estoy conectada a un cable?
ResponderEliminarBesos.
Anita a la carga con otra de sus genialidades
ResponderEliminarHistoria inquietante por lo que no se cuenta. Relato a interpretar con las pistas dadas, de modo que me inclino por un edificio donde se clonan individuos. Un relato distinto. Me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias primero por leer la carta de mi portera a punto de clonación y además escribirme unas palabras. Me gustan vuestros cables!
ResponderEliminarHistoria intrigante de un futuro quizás no tan lejano. Se ha visto tanto en la historia y es tan grande la imaginación del hombre, que quién dice que no pueda llegar a ocurrir. Enhorabuena Ana.
ResponderEliminarEstamos cada vez más cerca
ResponderEliminarVaya! un relato de corte scifi GENIAL! me ha encantado y digno merecedor el primer puesto.
ResponderEliminarCrítica social como es un buen relato de ciencia ficción. Anticipación con un toque de ficción que como dicen por ahí arriba, al final será lo más común de todo.
Felicidades Ana por este texto que se ha llevado el galardón del puesto de honor en las historias.
ResponderEliminarMe ha gustado escucharlo y leerlo.
Esa voz de la portera en un edificio modernísimo de última generación y con un toque de ignorancia por lo que le sucederá, es un aviso a navegantes y a una sociedad "cableada".
Efectivamente es diferente a la mayoría de los que he leído y te doy mi más sincera enhorabuena.
Un abrazo Ana, compartiremos lomo en esa edición de portería.
Ana, enhorabuena por tu relato y por el premio.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por el premio y por esta fantástica iniciativa esférica de que mezclemos porterías y letras. Quedamos atrapados en ese edificio gris de la portada que parece silencioso pero que oculta casi tantas historias como interiores y ventanas. Ahí convivirán a partir de ahora nuestras porteras y complacientes porteros con sus vecinos, entre puertas con mirillas, cristales rotos y huecos de ascensor. Un edificio con fallos eléctricos, envidias de escalera y epidemias. Pasiones y conspiraciones entre el cuarto y el quinto y silencios e incertidumbres en los descansillos. Tantas buenas historias. Me ha encantado depositar mi ladrillo. Enhorabuena a todos los constructores!
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