30 septiembre, 2012
El Mago Peceras
Cansado de que la crisis le quite audiencia, el mago peceras saca un truco antiquísimo a la par que explosivo: sujetando su chistera con la izquierda, extrae (a falta de pañuelos) los trapos sucios del hombre bala, profesional en perforar corazones. Con todos ellos sobre el cristal, se detiene un momento y ¡GUALA!, la más difícil todavía, del minúsculo sombrero comienzan a salir artistas circenses del volumen de doce palomas: el acróbata hace funambulismo sobre hilo dental mientras defiende a su cliente (el hombre bala), que ahora, acorralado, busca su hueco como escapista; el uniformado y con galones malabarista mantiene en el aire, con ágiles aspavientos, pesquisas policiales, pesados datos confidenciales, errores científico-forenses…; los pseudo-payasos rugen, braman y barritan mientras la domadora intenta, con esa pantomima tan suya, calmar los ánimos, látigo en mano; y como la mujer barbuda se niega a salir, desfilan su primo, cuñada, sobrino… disfrazados de plañideras. Tan poco espacio en la urna obliga a los artistas a convertirse en improvisados contorsionistas y al final sus mofletes, nalgas, muslos, tripas… hacen ventosa contra el vidrio. Mientras en su casa, las gentes de bien, vociferan, aclaman, urgen e incluso dictaminan, toga incluida, cadena perpetua para semejante animal.
Texto: Miguel Pereira Rodrigo.
Narración: La Voz Silenciosa
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Fantástico!!!
ResponderEliminarExcelente texto. Una magnífica forma para un fondo muy, muy profundo.
Sigue siendo el circo el espectáculo global que soñaron sus creadores.
ResponderEliminarEnhorabuena Miguel. Un texto lleno de fuerza y muy cercano. El circo de la vida en toda su esencia.
ResponderEliminarEl circo, como siempre, tan real como la vida misma.
ResponderEliminarEstupendo texto, Miguel.
Gracias a todos. Siempre resulta gratificante que guste lo que uno escribe, y más cuando con la punta del lápiz se disecciona una realidad tan cruda y grotesca.
ResponderEliminarUna perta.