–María, ven, que me estoy muriendo.
–¿Cómo que se está muriendo, abuelo? ¿Otra vez?
–Que sí, que me estoy muriendo, que esta vez sí, llama a
Aurora.
–¿Para qué voy a llamar a Aurora?
–Porque me estoy muriendo, te digo, coño.
–¡Cómo va a ser eso! ¿Por qué dice que se está muriendo esta
vez?
–Porque yo lo sé, vaya si lo sé.
–Sí, lo sabe, como siempre.
–Avisa al médico.
–¡Al médico a estas horas! A estas horas no puede venir, son
las tres de la madrugada. Mejor será que esperemos a por la mañana para avisar
al suyo.
–Por la mañana ya me habré muerto. Avisa al cura, entonces.
–Don Antonio es muy mayor, abuelo, y no sale de casa a estas
horas.
–Que estas no son horas de morirse, que son horas de
dormirse.
–¡Pero cómo me voy a dormir si me estoy muriendo!
–Cuéntese alguna de las historias que nos cuenta repetidas,
seguro que lo duermen, con los demás no le fallan.
–Yo muriéndome y tú pensando en historias. Llama a Aurora, anda.
–Pero deje a la abuela tranquila, que está durmiendo.
–Sí, claro, yo camino del cementerio y ella durmiendo
tranquilamente.
–Que no está camino del cementerio, abuelo, que de lo que
tiene que estar camino es de dormirse.
Se duerme.
María apaga la luz. La abuela con las pastillas no se enteró de nada.
Por la
mañana, María va de nuevo a verlos:
–¿Cómo amanece, abuelo?
–Bien, hija, gracias.
–¿Durmió bien anoche?
–Pues sí, esas pastillas nuevas que me recetó Don Manuel son
mejores que las de antes, y no me hacen soñar tanto.
Texto: Ángeles Jiménez
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Sonrían, por favor, aunque al fondo haya un brillo de melnacolía en la mirada.
ResponderEliminarEnhorabuena, por este diálogo tan fresco y tan real en demasiadas ocasiones...
Esos diálogos que parecen cómicos, pero que se edifican en las noches, junto a la enfermedad y la vejez. Dónde lo único que se busca es compañía para no partir solo.
ResponderEliminarCómica y nefasta realidad, mi querida escritora/fotógrafa de las situaciones cotidianas e intimas.
Real como la vida misma. ¡Qué don tan grande tienes, Ángeles!
ResponderEliminarEs así, viejos soñando despiertos que se mueren y con miedo a no poder despedirse. Un texto simpático y ameno, pero no exento de profundidad.
ResponderEliminarGracias, chicos, me alegro mucho de arrancarles sonrisas.
ResponderEliminarBesos
Buenísimo Ángeles, la verdad es que tus textos son como un aire fresco que nos saca siempre una sonrisa y distiende el momento. Gracias por hacernos sonreír un rato.
ResponderEliminarOtra narración de La Voz Silenciosa que merece un comentario aparte. Fantástica interpretación de ese abuelete que cree morir y no se muere nunca, el condenado.
ResponderEliminar¡Cómo he vuelto a disfrutar de este estupendo texto con la interpretación de la Voz!!!!
ResponderEliminarUn relato cercano, tierno, simpático, al que tú le das una calidez especial y la voz silenciosa le otorga vida a los personajes con esa habilidad suya para la interpretación. Felicidades a ambos.
ResponderEliminarEstupenda "Voz" duplicada, muchas gracias.
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