15 mayo, 2013
Atunes Freudianos
Cada noche, el mismo sueño recurrente con la muerte visitándole en forma de atún. No entendía el significado de tamaña locura y lo achacó a que no digestionaba bien sus copiosas cenas. Dispuso aligerarlas y hacer algo más de ejercicio cruzando unos largos en su piscina antes de dormir. Lejos de desaparecer, las pesadillas se hicieron cada vez más frecuentes. Lo que en un principio le solazaba y era tema de conversación en el trabajo, se convirtió en angustia. Hombre hipocondríaco donde los hubiera creyó que esas imágenes podrían ser síntomas de algún mal, con lo que su desazón fue in crescendo. Se realizó un chequeo completo que descartó cualquier enfermedad, pero los sueños continuaban. Temió que si no era nada físico, el problema debía hallarse en su mente. Desesperado, acudió a un acreditado psiquiatra, convencido de que las alucinaciones nocturnas eran producto de
alguna terrible dolencia mental.
–¿Me estoy volviendo loco, doctor? Dígame la verdad...
–Nada más lejos de la realidad. Sus sueños son premoniciones de una larga vida; ¡vamos, que son de manual! –le tranquilizó el galeno–. Ni enfermedad física ni mental. Lo que usted tiene es el don de poder soñar con atunes… Los famosos atunes freudianos como vaticinadores de vidas longevas. Le envidio, amigo, ¡ojalá yo los tuviera!
El hombre quedó mucho más tranquilo.
Se acostumbró a compartir las noches con protagonistas tan singulares hasta que un día despertó convertido en pez y no pudo hacer nada por llegar a coletazos hasta la piscina.
Texto: Towanda
narración: La Voz Silenciosa
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Me encanta cuando los sueños se cumplen y de qué manera...
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con el relato
Felicidades y un abrazo
María Estévez.
Felicidades, Towanda, por estar aquí. Un relato simpático y surrealista, que muestra claramente tus dotes de escritora, lo que te gusta provocar en el lector. Sabes que soy fans tuyo, además de vecino.
ResponderEliminarY mira que me gusta el atún con tomate. No sé si dejarlo.
ResponderEliminarBuen micro, para sonreír, a pesar de su toque de escamas trágicas.
Me podría pasar a mí que tengo alergia al atún de bote y ya imaginas como se acabará el cuento.
ResponderEliminarMe sorprendió el título y me encantó el relato.
Si es que tenemos que cenar menos copiosos, que luego pasan estas cosas.
ResponderEliminarHe disfrutado su lectura. Gracias por compartirla
Qué divertido. Me ha encantdo. Larga vida a los atunes freudianos!!
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ResponderEliminarMe ha encantado este entretenido relato, que me por unos momentos me ha alejado de las preocupaciones cotidianas. Gracias por compartirlo y felicidades.
Un gusto, como siempre, visitar estas páginas tan entrañables para mí.
Abrazos.
Hola a tod@s.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que los "atunes freudianos" os hayan hecho sonreir un ratito.
Personalmente, no me gusta el atún porque me da dentera, así que espero no haberos predispuesto en contra de este pescado tan saludable.
¡¡Larga vida a los atunes!!, jajaja
Gracias por acercaros y comentar.
Un abrazo.
Freudiano final!!!
ResponderEliminarMuy buenos esos atunes!!!!
Ana J., tengo atún en escabeche para cenar así que si te apuntas...
ResponderEliminarBesos y gracias.
Atunes, agua, sueños, Freud... esta mezcolanza ha dejado una entrada tan real como lo pueden llegar a ser los sueños.
ResponderEliminarComo siempre Towanda indagando en esos mundos interiores.
Besos cuerdos.
Hola, Gloria.
ResponderEliminarEspero que sueños de este tipo no se hagan realidad nunca... Da miedo.
Un beso y gracias.