Poco a poco, a medida que se alejaban del pueblo, Viviana recuperaba la calma. El temor de ser sorprendidos en su huida se iba cambiando en esperanza, a medida que sentía que tenía la libertad al alcance de la mano. Solo necesitaban llegar hasta el mar.
Cuando sintió la brisa del océano sobre la piel, sin apenas luz que marcara el camino, miró hacia atrás durante unos segundos. El faro lanzaba destellos ambarinos, la colilla de Feliciano se movía, arriba y abajo, rojo brillante, naranja intenso en el negro de la noche. Las olas lamieron su cuerpo desnudo, Viviana se dejó mecer. Por fin la brisa dispersó las nubes y apareció la luna, su silueta se iluminaba cada vez que emergía del agua. Feliciano la esperaba fumando sentado en la arena, no era de los que le gustara zambullirse para pasar
frío. Aunque si fuera para morir, sí que daría su vida por ella.
Viviana se acercó hasta él y dejó que la besara, que sus manos la recorrieran bajo la manta, al socaire de las dunas. Y de pronto, antes de que Feliciano comenzara a saciar sus más profundos deseos, Viviana se levantó de un salto y comenzó a vestirse, exclamando:
frío. Aunque si fuera para morir, sí que daría su vida por ella.
Viviana se acercó hasta él y dejó que la besara, que sus manos la recorrieran bajo la manta, al socaire de las dunas. Y de pronto, antes de que Feliciano comenzara a saciar sus más profundos deseos, Viviana se levantó de un salto y comenzó a vestirse, exclamando:
— ¡Nos tenemos que ir, date prisa, vamos, que lo pierdo!
—¿Qué pierdes qué…?, ¿nos vamos, dices?, ¿adónde?, ¿estás loca? —le decía en un tono desarmado.
Aunque para él no fuera una sorpresa que pretendiera huir, a pesar de que no querría hacer otra cosa que seguirla, observar su talle fino y su pelo negro, mientras sorteaba bancales y avanzaba impetuosa por los caminos que la llevaban a la carretera, el hombre sabía que debía dejarla marchar.
Iba a amanecer cuando el ronroneo de un motor anunció la llegada de un autobús. Paró ante las señales de aviso de la pareja. Viviana lo besó en los labios y subió cansina los peldaños, como si por un momento hubiera decidido quedarse.
Feliciano, de pie en el arcén, la miraba tras la ventana. Le parecía que todo lo ocurrido había sido una película fugaz ante sus ojos. Demasiado real para ser verdad.
El autobús arrancó para desaparecer en la primera curva.
—¿Qué pierdes qué…?, ¿nos vamos, dices?, ¿adónde?, ¿estás loca? —le decía en un tono desarmado.
Aunque para él no fuera una sorpresa que pretendiera huir, a pesar de que no querría hacer otra cosa que seguirla, observar su talle fino y su pelo negro, mientras sorteaba bancales y avanzaba impetuosa por los caminos que la llevaban a la carretera, el hombre sabía que debía dejarla marchar.
Iba a amanecer cuando el ronroneo de un motor anunció la llegada de un autobús. Paró ante las señales de aviso de la pareja. Viviana lo besó en los labios y subió cansina los peldaños, como si por un momento hubiera decidido quedarse.
Feliciano, de pie en el arcén, la miraba tras la ventana. Le parecía que todo lo ocurrido había sido una película fugaz ante sus ojos. Demasiado real para ser verdad.
El autobús arrancó para desaparecer en la primera curva.
A esto le llamo yo final abierto, porque más bien es un principio. Una nueva vida, la suya no la de los otros...
ResponderEliminar¿Volverá Viviana a estas páginas?
Leí los últimos capítulos seguidos, será porque el relato me pareció corto. Estupenda idea que por fin Viviana sepa que su tío no estaba de acuerdo con el abuelo. A menudo se entienden mejor las cosas de la familia cuando alguien se muere.
ResponderEliminarEnhorabuena y besos, chicas.
Ya he podido leer la totalidad del relato.
ResponderEliminarReitero lo que comenté en el primer capítulo: me parece alucinante poder escribir "a dos manos".
Un saludo de ENHORABUENA
Nuria R.
Como dices, Amando, es un final que es un principio: la vida de Viviana en la libertad que ha decidido coger sin pedir permiso.
ResponderEliminarCatherine, llevas razón: a veces hay que morir para que los demás te aprecien. Así somos de inoportunos...
Nuria, escribir a dos manos no es tan difícil cuando lo haces con alguien con quien puedes compartir ideas y llegar a consensos y, sobre todo, con quien compartes la pasión de escribir.
Muchas gracias, Amando, Catherine, Nuria, por leer este pequeño relato y por apreciarlo. Es un placer escribir apra vosotros.
Jose, no sé cómo agradecerte el trabajo y el cariño que has puesto en este relato, tan querido para Dácil y para mí (más todavía, desde que podemos escucharlo).
ResponderEliminarMil abrazos libres.
Voz Silenciosa, acabo de oír el relato y me ha emocionado. Las historias crecen con tu voz.
ResponderEliminarGracias.
Amando, Nuria, Catherine, asi es..., todo final forma parte de un ciclo que da comienzo a otro. Es todo un placer tenerles en los comentarios.
Y como dice Ana, escribir de forma conjunta, es cuestión de ponerse y disfrutar de la escritura y de buena amistad.
Abrazos
Gracias a todos vosotros, como siempre, por dejarme leer lo que escribís.
ResponderEliminarEl relato de Viviana no me ha pillado en el mejor momento, tenía la voz muy fastidiada, e incluso me planteo aún volver a grabarlo.
Gracias a todos los esféricos por vuestra confianza y cariño.
Es un placer rodar junto a vosotros.