12 junio, 2013

Princesas

A mis primas les gustaba ser escuchadas, agasajadas. También un toque de pipermín en la cerveza y fumar con boquilla plateada. Al hablar me apuntaban con la barbilla en plena cara y, entre risitas ahogadas, pedían constantes favores —primito— para evitar quebrarse las uñas. Vestían a la última moda y siempre se dejaban invitar por mucho que uno no insistiera.

Una noche oscura las encontré en la cuneta desesperadas, bañadas en la grasa de su motor averiado. Me limité a acelerar, ofreciendo la más educada de mis sonrisas, la propia de todo un caballero. La que ellas se merecían.

Texto: Mikel Aboitiz

4 comentarios:

  1. Y es que no se puede abusar de los primos.

    Razonable respuesta y buen relato.

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  2. La sonrisa de un caballero, no sustituye a sus manos casi nunca.

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  3. Esas personas que se creen por encima de todos ¡me revientan!. Yo hubiese reaccionado igual pero sin sonrisa y con el dedo corazón apuntando al cielo.
    Besos de gente normal.

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  4. La mala leche, servida en plato frío, como la venganza.
    La venganza de quienes no saben decir que no, pero se sienten usados y aprovechan la oscuridad para resarcirse en solitario.
    Me ha gustado el texto (lo que significa, no).
    Fdo: Una que sabe cambiar las ruedas de su coche

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