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Estás
en un café, hablando con un amigo, comentando la actualidad o
cualquier otro asunto. Mientras
tanto,
tu vista ya tiene controlada a la camarera para, cuando pase cerca,
pedirle los cafés; a las dos señoras que se disponen a ocupar la
mesa de al lado, que están limpiando escrupulosamente las sillas y
hasta la mesa; tu vista también tiene controlado al vendedor de la
ONCE que no para de despachar cupones, gracias a eso recuerdas que
es viernes; también controlas al niño que acaba de salir de la
heladería cercana con un cucurucho que sostiene, aunque no te
explicas cómo, una descomunal bola de helado y calculas las
probabilidades que tiene esa bola de acabar en el suelo, en el traje
más limpio de la terraza o en el regazo de la persona más
malhumorada que se tropiece con el niño. Mientras
tanto tu
imaginación sobrevuela la terraza y traza líneas imaginarias
delante de los transeúntes, de los que se alejan en color verde y
de los que se acercan en color amarillo, por ejemplo. Mientras
tu imaginación juega a adivinar
qué consumiciones pedirán los que acaban de llegar a otra mesa...
Mientras
todo esto ocurre,
de repente una conexión neuronal en tu cabeza amplifica
la señal de un elemento de entre la multitud que pueblan la escena,
de uno solo, tal vez pequeño, tal vez el más insignificante
elemento para el ojo o el oído poco entrenado. Una frase de otro
cliente comentando una noticia, tal vez una palabra en un contexto,
tal vez
una actitud, o un gesto, o un movimiento, o un
encontronazo..., o tal vez un silencio incómodo en la mesa de al
lado. Es igual, para ti esa señal es un título en potencia, o la
frase más apoteósica de uno de tus personajes, o el personaje más
peculiar y rico que te has encontrado en mucho tiempo, o simplemente
la semilla de una idea que desarrollar o, con un poco de suerte, el
desatascador que necesitaba tu embrollado último capítulo.
Para
entonces ya
no te importa que la lista de precios está modificada y hayan
repasado con un rotulador demasiado evidente todos los "1"
con un "2", actualizando la lista de precios a un futuro
lejano no concretado. Para
entonces ya
no te importa si el niño finalmente estampó su bola de helado
contra el policía urbano que está multando a su padre. Para
entonces ya
no te importa si la camarera te habrá traído la sacarina y el vaso
de agua que le pediste, ni siquiera si los de la mesa de al lado
habrán pedido finalmente ese descafeinado de máquina con leche
tibia que te parecía tan evidente. Para
entonces ya
no te importan muchas cosas, tienes tu idea y eso es lo que importa.
Disfrutas
de su nacimiento y,
mientras le pones alguna ropa a la idea recién nacida, sonríes
sin que nadie más que tú sepa el motivo...,
de momento.
-¿Qué
te pasa?, ¿por qué sonríes? -te
pregunta tu amigo buscando con la mirada la señal que te dibuja la
sonrisa, como
si él pudiera verlo...
-Nada...,
estoy bien..., ya lo leerás. -Contestas sin tener muy claro aún en
qué se traducirá la señal recibida, si la incluirás en algún
texto que está en preparación o si será la semilla de algo nuevo o
si, por qué no, acaba en la papelera. ¡Qué más da!, lo importante
es que esa señal te ha llegado, como llegaron otras y otras
llegarán.
Pues
bien, así ocurre, o tal vez no..., quien sabe.
Artículo: Victor J. Sanz
pues creo que has dado en el clavo... es así, lo corroboro
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo el texto.
Un saludo
Hola Adela, gracias por tu visita y tu comentario.
ResponderEliminarA veces es muy difícil explicar cómo ocurren estas cosas y solo si las has vivido las puedes comprender en su plenitud.
Saludos.
Un escritor y un creador, tiene una mirada diferente sobre las cosas. Lleva incorporado un amplificador que capta pequeñas cosas que para el resto pasan desapercibidas.
ResponderEliminarUn escritor y también los fotógrafos, intentamos mirar las cosas desde otro ángulo y perspectiva. De lo contrario todo estaría contado.
Te entiendo, querido amigo. Buen texto.
Muchas gracias Francisco por tu comentario, pero por encima de todo por la comprensión, no es fácil encontrarse gente que comprenda este proceso, hay que vivirlo.
ResponderEliminarSaludos.
Esa es la actitud: con los ojos bien abiertos, y también la mente. Llenar de inconformismo la mirada, mirar al pasado y al presente, pensar más allá del futuro. Y sobre todo, tener preparado el lápiz.
ResponderEliminarCreo que, de una forma u otra, todos los que escribimos nos sentimos identificados. Esa idea, esa chispa que surge donde y cuando menos te lo esperas, si tienes los sentidos bien aguzados.
ResponderEliminarSí, señor. Así es. Algo que está y que sólo un radar atento capta... Y con la libreta a mano, porque si no, la idea puede acompañar al azúcar del café... Si es que lo estropeáis con azúcar, que no es mi caso.
ResponderEliminarEso es Miguel Ángel, por mucha tecnología que tengamos, papel y lápiz es una pareja insuperable para tomar notas.
ResponderEliminarSaludos.
Ana, acompaña mucho el hecho de sentirse comprendido.
ResponderEliminarEs un alivio.
Saludos.
Amando, yo estropeo muchísimo el café y un poco la libreta de notas. La vida no va a venir a tu casa para traerte azúcar, por desgracia, jaja
ResponderEliminarSaludos.