A medida que nos aproximábamos las hojas de las puertas con ojos de buey se iban abriendo y un fuerte olor llegó como una cachetada. Cogí su mano acariciándola, bordeando el pulgar cercenado unos años atrás. Cerré los ojos. Papá llegaba a casa y era como ver a Dios; corría sin medida y me prendía al cuello, llenando de besos su rostro.
Tras largas horas de incertidumbre, el médico dijo que todo marchaba bien y que podía llevarlo a casa. Ésta vez fue él quien me llenó de besos.
Texto: María Estévez
Qué tierno María.
ResponderEliminarGracias Yashira...
ResponderEliminarMaría Estévez.
La vida en un ciclo. Buen micro María.
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel Angel.
ResponderEliminarSaludos.
María Estévez
Se me ha puesto un nudo en la garganta.
ResponderEliminarMuy emotiva.
Gracias Ana...
ResponderEliminarAbrazo.
María Estévez.