Mi marido me engaña. Lo sé. No es la primera vez y sería de ilusa pensar que será la última.
Siempre tiene un recado que hacer a cualquier hora, vuelve a tener más trabajo de la cuenta, el despacho lo reclama continuamente. Eso es lo que tiene un cargo de responsabilidad, me explica y yo me lo repito continuamente.
Distingo a la legua el gesto huidizo cuando sale de casa. Volveré lo antes que pueda, cariño.
A veces, si lo ha preparado con la suficiente antelación, me sostiene la mirada. No pasa nada. Hay demasiado trabajo.
Para mí es evidente: ha perdido barriga, come caramelos de menta para ocultar olores no deseados, está más cariñoso, más tranquilo.
¿Qué por qué me hago la desentendida? Sería algo hipócrita decir que por evitar broncas ante los niños, por la estabilidad familiar. Lo cierto es que no quiero más discusiones, más mentiras. Nos queremos y es absurdo esa amargura sin sentido, esa continua lucha estéril. Ya me he dado por vencida, hago como si no pasara nada y todo va bien.
¿Hueles?, le digo a mi hermana, mientras acerco a su nariz la chaqueta impregnada del aroma delator.
Mi marido me engaña de nuevo: ha vuelto a fumar.
Texto: Ana Joyanes Romo
Jejeje...
ResponderEliminarLa traición con Nicotina es una de las más fáciles de descubrir. Creo que la prota del relato, aunque se dé cuenta al final, debería ir al otorrino y ver por qué le falla el olfato... ¿O es que ella prefiere el silencio, pues también oculta algo?
No sé, no sé, esto me huele a un idilio irrefrenable con Cacao o don Dulce... Si no me lo explico.
Ahora en serio, muy bueno, Ana
Muchas gracias por tu comentario, Diego. Me alegro mucho de que te haya gustado y sorprendido.
ResponderEliminarAmando, creo que nuestra prota es un tanto promiscua: seguro que está liada con los dos!!! Gracias!!!
José Francisco, muchas gracias por tu excelente narración. No me había decidido a publicar este texto hasta que lo escuché en tu voz.
ResponderEliminarGracias!!!
Es lo que tienen los abrazos de Doña Nicotina, aprietan y aprietannnn..... agggg ¡¡¡qué asco!!!! aunque gran texto.
ResponderEliminarSimplemente genial. Al leerlo y escucharlo a la vez es mejor todavía si cabe.
ResponderEliminarJa,ja...ya estaba yo indignándome con la resignación de la mujer. No me esperaba el final! Besos
ResponderEliminarSí, Guillermo, hay amores que matan!!
ResponderEliminarDavid, la interpretación de José Francisco siempre aporta matices y un toque de calidad. Es una suerte que escoja uno de tus textos.
Belén, mis mujeres casi nunca se resignan, como mucho, pasan...
Muchas gracias a los tres por leer y por vuestros comentarios.
Texto que tiene los mimbre exactos para ser un microrrelato perfecto. Final sorpresa.
ResponderEliminarEnhorabuena Ana
Sencillo y genial. Enhorabuena
ResponderEliminarDeliciosamente engañoso, como una calada de cigarro que te mata y te llena de placer (esos dicen los que fuman, yo prefiero el gin-tonic que el cigarro para probar la sensación ;)). Genial querida amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios pero, sobre todo, por leer, FranCo, Yousepe y Miguel Ángel.
ResponderEliminarUn placer escribir para vosotros.
Tú si que nos has vuelto a engañar, Ana. No imposta, nos encanta que lo hagas de esa manera tan magistral.
ResponderEliminarBueno, impostar un poco, pero quería decir impoRtar
ResponderEliminarUn buen micro, sorprendente final.
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