El tic tac del reloj se convierte en latidos acompasados
igual que notas musicales. Hay una inmensa lámpara en el cielo, ilumina cada
pico de la fila de montañas, cada tejado. El humo de las chimeneas sale
disparado y se disipa en silencio. La yerba mojada del jardín se convierte en
un precioso bosque y miles de habitantes duermen en él. Cien campanitas penden
del lo alto y adornan el firmamento igual que las luciérnagas, son algunas
torbellinos que surcan de un lado a otro el espacio, pareciera que el viento
hinchara sus pulmones para verlas rodar. Todo se cubre de una capa gris, hasta
que la luz de sol con su magia retire todas las prendas de vestir la noche.
El drago duerme y sus finas hojas arropan la copa y los
nidos de los mirlos se mecen con las caricias de la brisa fresca. Después de la
meditación llega el inicio del sueño y yo agradezco esto, porque mis párpados
se resisten, pero en el fondo necesito lo mismo que los mirlos, mecerme por la
brisa que se cuela por la ventana y los demás que me acompañan deben retirarse
a sus habitaciones. Cada uno con un sueño diferente: El niño que juega en el
patio alfombrado de geranios; la chica que añora el vestido más hermoso, su
primer baile; la madre que amamanta y transcurren los días de desvelo; la mujer
que prepara el equipaje, pero no toma el tren…
Texto: María Estévez
Enla decisión está cambiar el rumbo de una vida.
ResponderEliminarCierto...
ResponderEliminarGracias Dácil
Abrazos
María Estévez
Interiores íntimos, tan llena la noche...
ResponderEliminar"pero en el fondo necesito lo mismo que los mirlos, mecerme por la brisa que se cuela por la ventana..."
ResponderEliminarGracias Ana y Amando por sus palabras...
ResponderEliminarAbrazos
María Estévez