¿Se puede abordar la escritura de una novela sin unos esquemas previo de lo que se pretende hacer, de lo que se pretende conseguir?
Hay escritores que los consideran imprescindibles, como le ocurre a Arturo Pérez-Reverte, que afirma que es muy minucioso en los trabajos previos, especialmente en el de documentación. Pérez-Reverte no comienza el trabajo de redacción antes de tener una idea lo más acabada posible de la estructura.
Al igual que Pérez-Reverte, Juan Marsé también prefiere trabajar con un guión previo. Comienza el trabajo de narración desde una estructura muy elemental basada en notas sobre hechos y personajes concretos que, poco a poco tendrá que ir encajando en los distintos capítulos.
Sin embargo, hay otros escritores que no los utilizan, y no porque los consideren superfluos, sino porque les anticipan qué ocurrirá en las páginas siguientes y les mata la
ilusión, el misterio por descubrir, como le ocurre a Juan José Millás, para quien el mayor atractivo de narrar una historia es, precisamente, ir descubriendo qué va a pasar a continuación, ejerciendo a modo del lector del primer borrador, se diría que a modo del lector que presencia incluso la escritura de la historia. Con la ventaja y privilegio añadido de que la historia puede ser cambiada en cualquier momento a conveniencia del autor, algo que resulta verdaderamente más complicado si se pretende hacer circular la sangre de la novela por las venas preconcebidas de un esquema narrativo. Tal vez, en este parecer de Juan José Millás predomine en cierta medida su esencia de lector por encima de su de escritor.
Esquemas narrativos, ventajas y desventajas
Aunque en sí mismos, los esquemas narrativos no son del todo imprescindibles, su ausencia puede privarnos de la gran riqueza de ramificaciones que, a buen seguro, surgirán de nuestra historia, y que van surgiendo solo a medida que vamos tejiendo el propio esquema. Pero además perderemos, con su ausencia, una vista general de nuestra historia, con lo que el ritmo puede diluirse, disolverse a lo largo de la historia y quedar irreconocible, inservible llegado el caso. Si no disponemos de esa visión de conjunto que ofrece el esquema previo, de ese mapa del enmarañado bosque que es (y debe ser) una novela, cuando nos adentremos en él podríamos perder fácilmente el rumbo. No es lícito considerar esta pérdida de rumbo como una derrota en sí misma, siempre y cuando se asuma que, en el mejor de los casos, los objetivos que cumple nuestra narración (sin esquemas) nos serán desconocidos hasta muy adentrados en la historia. Esta suerte de libre albedrío de nuestra historia no le resta mérito a la obra en sí, ni a su autor; se trata simplemente de un molde distinto con el que hacer historias.
En los esquemas dibujamos los personajes o al menos trazamos un boceto de sus personalidades, perfilamos su trayectoria en la narración, su aparición y, si es el caso, su desaparición. Sus relaciones, con los demás y consigo mismos, esto es, su entorno inmediato y su mundo interior. Los esquemas narrativos nos ayudan pues, en la creación de personajes más interesantes, más completos y más complejos y, sin lugar a dudas, más y mejor interconectados entre sí.
Los esquemas narrativos también nos ayudan a visualizar mejor los elementos claves de la narración, y su ubicación espacio-temporal en el universo limitado del texto. Es gracias a estos elementos clave, convenientemente organizados y ubicados, que se gestarán los necesarios conflictos y su posterior resolución. Nos sirven, por lo tanto, de caldo de cultivo de nuevas interconexiones entre los distintos elementos que se van añadiendo a la historia, ya se trate de personajes, como de escenas, como incluso, por qué no, de descripciones. En resumen, disponer de toda esta información con carácter previo no puede sino redundar en beneficio del resultado final, por más que desvele “anticipadamente” al escritor lo que ocurrirá a continuación en la historia.
En cuanto a las desventajas que tiene el hecho de trabajar con esquemas narrativos, la principal es que el escritor podría verse sometido a cierta rigidez que podría encorsetar la inestimable e irrenunciable libertad durante la narración, viéndose obligado y reducido a la labor de narrador de una historia que, poco a poco se podría ir haciendo más ajena que propia.
Yo soy partidario de trabajar en el equilibrio que ofrecen esquemas livianos que no encorseten, que no estrangulen la historia pero que al mismo tiempo ofrezcan una relación más o menos clara de las metas volantes por las que debe transitar la narración para alcanzar sus objetivos de estructura y de ritmo.
Artículo: Victor J. Sanz
Artículo: Victor J. Sanz
Muy interesante... gracias
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ResponderEliminarPara mi desgracia debo decir que eso de trabajar con esquemas narrativos me resulta muy atractivo pero nunca he podido usarlos porque me pasa como a Millás, me matan la ilusión de ir descubriendo la historia a medida que la escribo.
Cada vez que intento trabajar con un croquis preconcebido de la historia, me sucede lo mismo: primeros días de gran actividad y entusiasmo, borradores, apuntes y luego ¡plop! llego a un punto en el que el esquema previo me asfixia y se me muere la historia porque me doy cuenta de que el esquema no me sirve porque la historia toma otro rumbo o bien se atasca y queda ahí, trunca hasta su muerte. A mí me funciona mejor el descubrimiento y, muy de vez en cuando, algún mínimo apunte a modo de lluvia de ideas sobre lo que estoy haciendo. Creo que esto se debe a que no pienso tanto desde el argumento, más bien son las imágenes y las frases las que llevan la historia, y a que me siento más cómoda en lo micro que en lo macro, debe ser por eso que soy micro/cuentista y no novelista.
Admiro a quienes conciben y se mueven con soltura en historias a gran escala, por ejemplo, Rosa Montero.
Me resultó muy útil el artículo, intentaré trabajar con lo que se propone al final: esquemas liviaos que no encorseten.
Cariños, Mariángeles
Yo solo sé que si una idea, una imagen, una situación, una línea argumental... no permanecen en mi memoria cuando llegue el momento de escribirlo, considero que es que no eran lo suficientemente buenos como para ser escritos.
ResponderEliminarNo soporto hacer esquemas ni tomar apuntes previos (que es algo muy distinto a lo que supone una documentación o un registro de los personajes que van apareciendo o las fechas y lugares, cosa que considero imprescindible para no dejar cabos sueltos, tener fallos argumentales o incongruencias). Todo lo que anoto a priori para que forme parte de una historia pierde el lustre para mí, me bloquea y lo abandono.
La historia tiene que nacer y desarrollarse en mi corazón y en mi cabeza, lo demás me lo estropea.
Claro que entiendo que, en general, puede ser muy útil el hacerse esos esquemas y que hay personas que los necesitan para no perderse o, simplemente, como método de trabajo.
Es evidente que cada uno somos muy diferentes a la hora de escribir. Algo similar a lo que pasa con las costumbres particulares de leer el periódico: hay quienes empiezan por el principio y llegan al final, otros que empiezan de atrás adelante, otros que "picotean"...
tambien depende mucho de la extensión del trabajo; la idea que apunta como solucion al final es a considerar; siempre ayudan las pequeñas metas volantes
ResponderEliminarYo soy de la opinión de que una obra literaria de envergadura, novela quiero decir, debería de ser una entidad en sí mismo. Yo lo comparo a un individuo. Debe tener un esqueleto que sostenga el cuerpo (esquema). Éste puede estar escrito, plasmado en papel, o en la cabeza del escritor, pero debe existir con carácter previo para ir poniendo los músculos, las arterias, los órganos que den funcionalidad a la historia. Finalmente está lo que pone el escritor, que es el alma de la obra y lo que hace que deje de ser un tratado para convertirse en obra literaria. Todas las partes son imprescindibles para que funcione la novela. También el esqueleto. Creo que es la pieza primaria, la que sostiene al conjunto. Cuanto más bien armada y sólida sea, mejores posibilidades tendrá.
ResponderEliminarInteresante post que me guardo en la cartera, así como todas vuestras opiniones y experiencias.
ResponderEliminarA mí me encantan los "mapas mentales" que desarrollan un tema, o un lema, o incluso una frase de inicio. Los utilizo para casi todo en mi vida, incluso para hacer la compra...jajá... Con ellos puedes hacer que un personaje cobre vida, que se conecte con otro mapa de otro personaje, con una trama concreta... ay! qué de posibilidades en un folio en blanco con un círculo en medio que se ramifica.
Un abrazo y ¡buen post!
Nunca me he embarcado en el proceso de crear una novela por lo que carezco de experiencia en esas lides.
ResponderEliminarEl artículo es estupendo y creo que quizàs, tras leerlo, lo más acertado debe de ser un poco esquema y otro poco improvisaciòn... Sentarte a charlar con los protagonistas y dejarles que ellos te cuenten.
Gracias por la entrada.
Un abrazo.
Como en alguna ocasión he dicho, en principio pertenezco al grupo de Millás y Javier Marías. La emoción de ser el primer lector de una historia es algo impagable.
ResponderEliminarA mi los esquemas me matan la novela .
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