16 octubre, 2013

Mientras orinaba

Texto participante
fuera de concurso
En mi anterior empresa me costaba trabajo evitar las miradas burlonas que me obsequiaban los compañeros, cuando volvía de vacaciones. Siempre regresaba con aspecto agotado, con muestras evidentes de insomnio, más delgada, y sin rastro de morenez en la piel. Con semejante perspectiva de chirigota y mofa, era difícil intentar explicar en qué consistía mi mes de asueto. Ellos y ellas tampoco se atrevían a preguntarme nada, pero intuía que tras sus pupilas había un deseo, inmenso como el hambre, de saber a qué demonios dedicaba tal mes, si cada año tardaba otros dos en recuperar mi habitual aspecto.
Hasta que el último día escuché una conversación en el cuarto de baño, mientras orinaba. No me gusta escuchar detrás de las puertas, pero no hubo forma de evitarlo, pues entraron en el baño hablando del asunto.
—Cada año Sole llega peor, ¿no te parece?
—Y que lo digas—. De pronto descendió el tono de su voz, pero aún así, continué oyendo—. Me han dicho que se saca un buen puñado de euros en Acapulco.
—Pues debe ser cierto, porque la mujer del de recursos humanos me dijo el año pasado que la habían visto en el aeropuerto, embarcándose hacia México.
—Así cualquiera… Beneficiándose a los turistas, quién pudiera. No me extraña que vuelva como si hubiera estado en un campo de tortura. Mira la mosquita muerta, que parece que nunca ha roto un plato. ¿Qué le verán los hombres, si…?
Nunca he deseado cruzarle la cara a nadie, pero entonces lo hubiera hecho sin remordimientos y con alegría. Pero me contuve. Abrí la puerta del retrete. Las miré en silencio, pero con tal intensidad, que entendieron, supongo, que había sido testigo de sus palabras. Me lavé las manos en silencio; en silencio volví a la oficina; en silencio cerré el ordenador; en silencio recogí mis cosas personales. Sabía que los demás compañeros, también en silencio, no cesaban de mirarme. Antes de largarme, en voz alta y nítida, le dije al jefe que allí se quedaba con su piara de hienas.
Desde mi último viaje a México para pasar mis vacaciones, dudaba sobre muchas cosas, de casi todas, pero aquella conversación fue el empujón que necesitaba mi voluntad, el mejor argumento para tomar mi decisión irrevocable. Regresaría para siempre, donde me esperaban. Quizá algún día retorne a esta ciudad, desde Ciudad Juárez, para pasar mis vacaciones.

Texto: Amando Carabias

4 comentarios:


  1. Este relato deja más que claro que, salvando las diferencias, los baños públicos cada día se parecen más a los confesionarios y que las paredes- la de los cubículos del toilette- oyen más que bien...

    ¡Muy bueno!

    Nos leemos, Mariángeles

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  2. No me vino a la mente que fuera tuyo Amando, así que te felicito doblemente.
    No es de extrañar que el resultado de vacaciones en Ciudad Juarez fuese diferente de las en Acapulco...

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  3. Me ha pasado lo mismo que a Catherine. Fíjate que estaba hablando ayer con una amiga que vive en DF y conoce todo menos Juárez. Hay que ser muy valiente para estar allí, hay abogados, asistentes sociales y todo lo demás. Aquí no hay poesía sino verdad, muy bueno.
    Besos, Amando.

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  4. Impresionante, Amando. Como siempre, excelente tanto en forma como en fondo (¡y qué fondo!).
    Me descubro.

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