Poco a poco, en el desarrollo de la historia en la que vive, el personaje literario deberá ir mostrándose al lector gracias al desarrollo del argumento o a las indicaciones del narrador, o a sus reacciones para con los demás personajes o ante los hechos que se vayan sucediendo. Cualquier personaje literario, pero especialmente el protagonista de una novela, ha de suscitar interés en el lector por sí mismo, más allá del todo que ha de formar la obra en la que toma vida. Para ello, como decía en otro artículo, todo personaje literario debe tener un pasado, pero no solo de experiencias pasadas viven los personajes. Además, esas experiencias han de dejarles huella, han de marcar su personalidad, derivando en tintes de compleja simplicidad, o de sencilla profundidad, según se mire.
Mirado transversalmente, un personaje literario debería ser (los mejores lo son) como un iceberg. Del que apenas vemos una pequeña parte, pero no vemos, sino que
solo sospechamos, la mayor parte de su complejidad.
Y tan profundo ha de ser ese iceberg, y tan bien trazado, que ni tan siquiera toda la novela sea capaz de mostrarlo en su totalidad. El personaje, si está bien trazado, ha de trascender la novela que le ha tocado vivir, y seguir vivo en la mente del lector. A ese logro contribuye de forma determinante la profundidad de que lo dotemos.
De esa profundidad que le damos al protagonista, surgirán las mejores y más "novelescas" frases y reacciones. ¿De qué otro modo podrían surgir, si no es de lo más profundo de un personaje bien preparado, bien vivido, bien experimentado.
En su equipaje de iceberg, el personaje ha de llevar también una gran dosis de misterio, no necesariamente misterioso, sino oculto, no desvelado, el misterio ya se lo pondrá el lector al enamorarse del personaje. Este asunto del misterio, de lo no desvelado sobre el personaje literario, es muy delicado, pues hay que caminar por un sendero muy estrecho entre el secretismo y el desnudo integral. En el término medio está el equilibrio de la magia.
El resto del equipaje bien pueden ser elementos que surjan en secuelas de la obra en cuestión, si es que el desarrollo del argumento lo permite y si es que la semilla del recuerdo del personaje en la mente del lector lo exige.
El personaje debe ser como un iceberg
Artículo: Victor J. Sanz
Artículo: Victor J. Sanz
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