He
seducido a la socorrista y ha accedido a mis requerimientos. Húmedo, me
escabullo sin mirar para atrás, llevo el preservativo lleno. Pesa, lo meto en
la mochila y como un ladrón salgo sin volver la vista atrás.
Me
ha llevado días sin conciliar el sueño para conseguirlo y ha valido la pena. He
aguantado mucho, no tengo constancia del tiempo. Me pesa la mochila.
Llego
a casa y como un niño ocultándome, me meto en la cama y me acurruco. No voy a
poder dormir, me levanto, recojo el todavía mojado látex y…no sé que hacer,
reciclable, no reciclable, me asalta la duda de limpiar y reutilizar.
Me
siento en el sófa, inicio una respiración honda, quiero descansar. Es imposible,
las imágenes pasan delante de mí y se mezclan con las ideas previas. Las veces
que veía mi cuerpo danzando un lago de los cisnes en el centro de la piscina,
embelesando mi propia imaginación y retrasando el momento hasta la felicidad; y
la realidad del acto, rápido por la impaciencia y torpe; si torpe.
Hace
unos meses la vi y la toqué con curiosidad y delicadeza. Sí, era posible.
Conseguí
el plástico adecuado, la contrapesé para evitar que se levantase y la sellé.
Antes
del cierre de la piscina, un guiño y me escondí en el baño. Esperé a que las
luces se apagaran. Salí con temor, ella estaba allí y me miraba con cara de
incredulidad dejándome hacer. No me acerqué. Le sonreí buscando su complicidad.
Ella se dio la vuelta y salió sin entenderlo.
Empecé
a pensar que lo que intentaba era anormal pero tantas horas debían tener un
final y por supuesto, sería increíble y extraño.
La
introduje hasta el fondo con cuidado, unas burbujas la rodeaban en una danza
loca mientras ascendían estremeciéndose hasta mi cara pegada a la superficie.
Encendí
la linterna y un salón de baile amaneció en el brillante fondo embaldosado,
olas de juguete rompían sus reflejos entre mis pies. Cualquier mínimo
escalofrío que surcaba mi piel engendraba nimias ampollas de aire que dividían
la luz cual infinitos caleidoscopios.
Puse
despacio mi pie sobre ella, pulse la tara por temas de la física y me subí con
cuidado, dejando mi cuerpo exhausto y vacío en los pulmones. Aspiraba y
espiraba, bajando y subiendo, gozando con mi linterna y mis gafas de bucear,
viendo parpadear los dígitos de mi plastificada báscula.
Un
momento deseado sin renunciar a mi cuerpo, acariciándome sin pudor cada vez que
el 000,0 homenajeaba con mis espiraciones mí excitado lado izquierdo…, los dos
lados de mi cerebro.
Texto:
Ignacio Alvarez Ilzarbe
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.
Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.
Ésta es tu casa.