03 abril, 2015

Basta de zombies y vampiros

¡Escritores y lectores del mundo uníos!
Parece melodramática, pero la parafrase de Lenin es un pedido sincero.

Me encanta la literatura de terror, de lugares horribles, de seres monstruosos, de víctimas desesperadas y de todo tipo de degeneración morfológica. En definitiva no son más que monstruos salidos de nuestras experiencias mundanas y convertidas en criaturas extremas. Pero estoy harto de los vampiros y los zombis. O, mejor dicho, del abuso de ellos.



Sabemos que la primera película de Romero, la novela de Stoker y Soy Leyenda son geniales. Pero señoras y señores escritores: Por favor contengámonos de convertir a nuestro jefe en un chupasangre y a nuestra suegra en un cadáver que camina.

Luchemos con valor contra esa tendencia, que es tan atractiva como una yugular para un vampiro. Sé que es difícil (sin ironía) corporizar un monstruo aterrador que a la vez sea convincente. Pero sin duda está en nuestra cabeza. Basta con hurgar en el inconsciente. Pero, ¿Es que no hay un tigre que mastica niños sólo por placer, como ShereKhan? ¿Acaso no hay algo más terrorífico que la esperanza muerte, como susurra Vallejo? Todavía tiemblo ante la casa que se derrumba y su enfermizo dueño. Por no hablar de la macabra tortura de El pozo y el péndulo. ¿Yqué les parece sufrir una muerte horrorosa como en el Barril de Amontillado? ¿Y las voraces víboras de Quiroga y sus niños asesinos? ¿O los gelatinosos e innombrables seres de Lovecraft?

Cuántos monstruos, cuánto terror hay en nuestra literatura. Pero aún más: cuánta originalidad.

Bien, seamos los nuevos paladines de la justicia artística. Carguemos el morral con los versos de Homero, con la sensibilidad de Balzac, con la fina pluma de Dostoievski, con las obsesiones de Poe, con la precisión de Borges; y entonces salgamos de cacería a atrapar engendros

Muerte a vampiros y zombis. De acuerdo, una bala de plata para los primeros y un hachazo en la cabeza de los otros. No olvidemos ristras de ajos y rodearnos de vegetales (cosas que odian los zombis). Marquemos una cruz roja en la tapa de cada libro de muertos vivos, clavemos el puñal en la última saga de vampiros.

De boca en boca que corra la advertencia a lectores. En voz baja y con precaución: no olvidemos que nuestros enemigos ocupan puestos de poder y nosotros obramos en la clandestinidad. Somos la Resistencia.

En cuanto a sus autores, estoy en contra de cualquier tipo de censura; Jamás negaría a nadie el derecho a escribir sobre lo que se le antoje. Yo les ofrecería el beneficio de la probation. Pues no hay duda que la falta de originalidad es un delito en el arte. Los condenaría, por ejemplo, a leer las obras completas de Tolstoi, de Víctor Hugo; toda la poesía surrealista, a Ítalo Calvino. De modo que la pena no sea un castigo sino un correctivo para los que clonan y reclonan monstruos.


Artículo: +Claudio Vittar 

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