Allan Poe tenía su propia teoría sobre le relato y el cuento |
La segunda es el esplendor de su validez, de su contenido, pues si perfecto e independiente en sí mismo, puede encuadrarse en el contexto de una historia mayor, que tendrá sus consecuencias después en la imaginación agradecida, subyugada del lector.
Infinitos sabores nos concede su cocina en un menú de maestros universales. Invoco, verbigracia, a Poe, tan admirado por Baudeleire y Cortázar (otra cocina de alta fusión), cuyas tétricas galerías de escenarios góticos y fantasmagóricos fueron sustituidos por los laberintos de Kafka y Borges.
La teoría del relato de Poe resulta sencilla: el autor, dice, debe comenzar definiendo bien el efecto que desea producir, y sobre él armar la historia; por tanto, el tema resulta secundario al efecto, pues éste será el que mueva al lector. Organización racional estricta del relato, a la que de forma tan fiel y magistral su adscribió Borges.
Una inmensa gama de registros, por otro lado, están al servicio de las plumas que se atreven con él. Desde el perspectivismo de hoy a la omnisciencia decimonónica, desde el experimentalismo a las estructuras clásicas. En cualquiera de los supuestos, este placer portátil tiene asegurada su supervivencia; intratable, personalísima, se niega a ser la hermana menor de nadie, sino la hermana distinta para el placer portátil de la lectura de hoy, ayer, y todos los tiempos del mundo que caben en unas pocas líneas.
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