21 julio, 2016

Timidez

Bajo la marquesina del bus estábamos la chica del yogurt y yo. Deseaba decirle algo en lugar de mirarme los cordones de los zapatos. La noche templada, sin apenas tráfico, invitaba a la intimidad, pero yo le daba la espalda abrumado por el blanco de sus dientes perfectos. Quién fuera yogurt para visitar el túnel de sus labios acolchados. Ante su rostro luminoso, el mío era una sombra pendiente del bus que ya paraba. Me monté y ella se quedó ahí, la cuchara suspendida junto a la boca, con ese aire de fresca eternidad que da la publicidad.

Texto: Mikel Aboitiz

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