Éramos jóvenes y pobres. Mirarte los pies era mi erotismo sin pecado, también secreto. Auque no podría jurar que tu no lo supieras. Salías al zaguán con tus pies desnudos y yo los imaginaba siempre calientes. No sé porque los imagina así, pues... pisabas sobre aquel suelo frío y desgastado que olía a zotal. Siempre los veía limpios, calientes, sin callos y sin noña en sus plantas. Mi visón sería así, por ser joven y pobre. ¡Pero que bonitos y morenos me parecían! Nunca reparaba en tu raída minifalda, siempre la misma y cada día más alta, solo tenía ojos para
los dedos de tus pies. A ti te gustaba fregar y a mí verte descalza, desnuda de pies. Fregar como Dios manda, escurriendo el paño en el cubo, mientras tus ojos chispeaban ardor y malicia de chica mayor. Te insinuabas y a mí me apetecía jugar.
los dedos de tus pies. A ti te gustaba fregar y a mí verte descalza, desnuda de pies. Fregar como Dios manda, escurriendo el paño en el cubo, mientras tus ojos chispeaban ardor y malicia de chica mayor. Te insinuabas y a mí me apetecía jugar.
Texto: Francisco Concepción Alvarez
Narración: La Voz Silenciosa
Genial. En pocas lineas describes una relación de principio a fin.
ResponderEliminarLo disfruté.
Saludos,
Anabel, la Cuentista
En el texto nos haces seguir los pasos de esa joven y pobre, mientras vemos como sus hermosos pies se deforman y se envejecen, se enriquecen y se esconden. Y a ti no se te ocurre otra cosa que traicionarlos y abandonarlos. ¡Eso es impiedad y casi fetichismo!
ResponderEliminarDelicioso texto. Un abrazo FranCo.
Gracias, por sus comentarios. Ha sido igual de gratificante escribirlo.
ResponderEliminarMarcos, tienes razón, es fetichismo. Escribir en primera persona (creo), hace más creíble los textos. Últimamente no puedo escribir en tercera. Intentaré en segunda.
Me encanta,es una forma genial de escribir !!!
ResponderEliminarSaluda desde Argentina,Liliana
Nunca más podré ver unos Manolos sin asociarlos a terribles juanetes.
ResponderEliminarPero la historia que cuentas y cómo lo cuentas bien merece mi recién adquirida fobia.
La moraleja de este relato:
ResponderEliminarfregando o no, nunca te olvides de pisar el zagúan con los pies desnudos, es un secreto para quedarse joven.
Un besito, FranCo.
Qué buen texto!!
ResponderEliminarSaludos
Pues, te diría que es una realidad. Un buen relato de cómo cambiamos.
ResponderEliminarEl tiempo azotando a los seres humanos y a lo que sienten y a lo que ven.
ResponderEliminarMuy bueno, sí señor, de principio a fin.
Buenísimo FranCo. Los pies descalzos, son fascinantes, y no se estropean si no se embuten determinados zapatos. Lástima de pareja! Y creo que me va a pasar lo que a Ana, qué pena, jaja.
ResponderEliminarEnhorabuena y besos siempre.
A mi me gusta la narración, pero no el personaje. Es triste que las callosidades del cerebro de un fetichista anhelen aquellos tiempos en los que eran jóvenes, despreciando los actuales. No me hagas caso, son reflexiones. El texto está muy bien, y no digamos leído.
ResponderEliminarHe de confesar que los pies femeninos son una debilidad para mí (bueno entre otras)
ResponderEliminar¿Por qué no conocía este texto?
¿Qué raro es todo?
Y qué decir de la lectura. Fantástica como siempre.
Magnífico modo de relatar en dos pinceladas toda una relación, por ser precisos, el modo en que una relación llega al grado cero de congelación.
A mi realmente me ha gustado el texto ,describe como cambian las situaciones de una manera que nos va metiendo en el relato hasta casi percibir ,ese "fetichismo",no que va, nostalgia quizas por aquella joven de pies descalzos ...que ya no es la misma..
ResponderEliminarindudablemente cada uno percibimos de distinta manera ,pero gratificante leerte ,autor mis felicitaciones desde Mexico, mexicali ciudad
Me ha encantado recordar este texto. Y leído por la Voz, mucho más.
ResponderEliminarBesos