31 mayo, 2010

Tras la sonrisa (XV)



El gentío bailaba, reía y todos levantaban sus manos, también Juan, que se atrevía a dejarse llevar por el ritmo de la música, tarareando el estribillo de algunas canciones, como si aquel brebaje mágico lo hubiese transformado, dándole un poder que desconocía.

   Todo empezaba a resultar familiar y sus desconocidos amigos lo miraban con simpatía, reían y cantaban en torno a él, que no se percataba del magnetismo que resultaba tener, ni como muchos lo seguían, imitándolo. Se sentía reconocido. Incluso los del fondo lo saludaba desde lejos, en especial una atractiva mujer cuyo pareo era permisivo a las miradas que adivinaban su coqueto cuerpo. A su lado, un hombre fornido y muy bronceado, que llevaba unas bermudas con figuras verdes, también levantaba su copa. Él, Juan, sonreía hasta que, de forma inesperada, su expresión se heló “!joder, pero si es el purasangre!” –gritó en su interior, acordándose, de golpe, de aquella promesa en forma de juramento: “¡Prométemelo Juan! Tienes que ingeniártelas para hacer ver a todo el mundo que estoy en el barco”. Sin saber como enfrentarse a esa comprometida situación se agachó repentinamente, escabulléndose de allí caminando como si fuera un pato, perseguido de la misma manera por algunos de sus más fervientes y animados seguidores, que creyeron ver en aquella actuación un nuevo baile veraniego, hasta las escaleras más próximas, por donde huyó apresuradamente, internándose por las laberínticas entrañas del gigante marino.

   Juani y Joaquín estaban encantados de haber encontrado a Juan, lo que les inducía a creer que pronto, también, encontraría a Victoria Eugenia; sin embargo, su ilusión pronto se volvió decepción al comprobar que Juan no se encontraba en aquella cubierta por más que buscasen, como si todo hubiese sido un espejismo. Extrañados, por no encontrarlos allí, la pareja no quiso renunciar a dar con sus amigos, no era una cuestión de rendirse, habían pasado muchos años, pensaba Juani, para, otra vez, volver a separarse.

   Se sentía aturdida, náufraga de un sueño turbio que se transformaba en pesadilla; los rayos de Sol del mediodía se alejaban cuando entraba en una tempestad tenebrosa, de la que luchaba por escapar desesperadamente, sus ojos parecían explotar y su cuerpo convulsionaba en medio de una resaca sudorosa hasta que algo la despertó. Era una voz dulce de una niña de acento mejicano que se volvía chillona e insistente. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad de aquella estrecha y maloliente callejuela. Al observarse, se descubrió como una mujer despatarrada sobre cartones viejos y húmedos. Comprobó que su traje estaba desgarrado por algunas partes, entonces recordó dónde estaba y lo que había sucedido justo antes de desmayarse. Su corazón dio un vuelco y sus latidos se desbocaron, en medio de una sensación confusa de asco, rabia e indignación, pero pronto el miedo se apoderó de ella y sus miradas se lanzaron en la búsqueda del autor y responsable de todo aquello. La chillona seguía gritando, hasta convertirse en estridente, y, entonces, Victoria Eugenia se revolvió, de forma desesperada sobre los cartones, hasta dar con su móvil, como la que se agarra a un salvavidas, dispuesta a gritar y pedir auxilio. Pero, atragantada, antes de que pudiera decir ni una palabra, escuchó una voz familiar.
-¡Por fin lo coges querida! –Dijo Juani
-¡Aaah..? ¿eres tú? –Dijo, Victoria Eugenia, confusa, sorprendida y decepcionada, era la última persona que esperaba escuchar en ese momento, y a la que no podía, por ningún motivo, confesar su situación. Su mirada, de repente, se detuvo , casi como su corazón, al contemplar aquello ojos negros y profundos, que se le clavaban indiferentes, delante de ella, a escasos diez metros, mientras su cuerpo se helaba irremediablemente


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8 comentarios:

  1. Pero, qué bueno!
    Creo que es uno de los mejores capítulos hasta el momento, con sus dos escenarios: el del barco, con un Juan desconocido, simpático y conquistador (un fragmento lleno de esa fina ironía que tan bien se te da) y el de la callejuela, con nuestra Victoria Eugenia hecha unos zorros, inmersa en la inmundicia y la desorientación, hasta que le asalta la voz que menos querría oír en esas circunstancias.
    Muy bueno.

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  2. Bueno, me he despistado de entrar en mi correo. Soy Ana J., por supuesto, vuestra fiel lectora, maese Marcos

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  3. Cada día estoy más convencido de que bajo la apariencia de una comedia de enredo (¿a ver cómo consiguen entre Juan y Victoria Eugenia convencer a sus amigos que están ambos en el barco?), nos vamos a encontrar con un viaje dramático. Y no precisamente el del crucero por el Mediterráneo.
    Por otro lado, va a resultar lo que ocurre tantas veces, cuando alguien se expresa como es se descubren cualidades inimaginables.
    La fotografía de la ilustración, me parece impresionante, sobre todo por la fecha: El día de año nuevo de 2005

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  4. Marcos, no te escribo sobre la novela, sabes que quiero esperar hasta que la termines. Pero, tengo que confesarte que me encanta tus toques de ironía tan inteligentes y tu humor. Te sales Marcos, eres un gran escritor.
    Inma

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  5. Gracias Ana. ¿maese Marcos? jajaja me lo quedo.

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  6. Ni siquiera me había dado cuenta de ello, Amando. A ver si me dedico a citar las fotografías que pongo en los textos, he aprendido a añadirlas a los texto hace poco. Los torpes tenemos estas cosas.

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  7. Gracias Inma, bueno me lo voy a creer por un ratito, saboreando también el título de maese Marcos, pero te confieso que más que lo que me dices y este título, lo que me llena es sentirme apreciado y querido; además de tener la suerte de haber conocido a gente como ustedes.

    Ozuuu que se me escapó la lagrimita y tooo. es que cuando me pongo cursi....

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  8. Buenoo, el Juan causando fulgor y la Victoria E. hecha una piltrafa indigente guardando apariencias por el móviil. Espero que tenga un cargador si no mal la veo. Marcos, qué interesante y cada vez a mejor. Me gusta también porque los personajes van evolucionando, y vas siento hacia ellos cierta familiaridad.

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