04 octubre, 2010

La polilla


estaba sentada en un banco del parque con los ojos entornados, a última hora de la tarde, dejando que la brisa del otoño refrescara el sudor que brotaba de su piel después de realizar su ejercicio diario, una vez terminada la monótona y dura rutina.
Algo en su brazo la sacó de la abstracción. Una pequeña polilla daba vueltas alrededor de un pequeño lunar abultado que destacaba en su blanca y tersa piel. Se la quitó con delicadeza, intentó que no sufriera ningún daño para que pudiera continuar su camino. La polilla emprendió el vuelo pero en pocos segundos volvió hacia ella y dibujó los mismos círculos alrededor de la mancha.
La irritación empezó a aflorar, dejó de ser un pequeño insecto inofensivo para convertirse en algo más tedioso. Esta vez, obligó a la polilla a marcharse sacudiendo con violencia el brazo, esperando no hacerle daño, sólo que desistiera de su acoso.
Pero volvió a repetir su vuelo y volvió a posarse en el mismo lugar. Pasó su mano contraria con más energía, casi aplastándola. La sangre que manaba no era del pequeño lepidóptero, sino de su pequeña peca. Estaba cambiando de aspecto.
El pelo comenzó a caerse a mechones, dejaba su rastro, impotente. Pocas sesiones para acabar con lo inextinguible, pocos meses para permitirse una grata despedida.
El paseo por el parque le sentó bien después de muchos días de inmovilidad prescrita. A lo lejos el banco solitario la llamaba, necesitaba el descanso de su asiento.
Instintivamente buscó a su derecha al pequeño ser que le mostró su realidad, se quitó el pañuelo que ocultaba su cabeza rala. Un ruido ensordecedor se acercaba por su espalda, la debilidad no le permitía girar el rostro. Miles de polillas trenzaron una larga melena desde su frente. La calidez que notó en su piel lampiña hizo que recordara sus largos rizos, soñó con su anterior imagen sensual y perfecta. Cerró los ojos dejándose arrastrar por la fantasía de volver a renacer .
Las polillas empezaron a batir sus alas al unísono, con fuerza, levantando el aire y arremolinando las hierbas caídas de los meses pasados.
Notaba que su cuerpo liviano no ofrecía resistencia para su último vuelo.


12 comentarios:

  1. Me has estremecido, Inma. Pedazo de texto.
    ¿Qué dura es la vida es verdad? Y qué dura es la muerte.

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  2. Ángeles Jiménez4/10/10, 21:52

    ¡Qué bueno el texto, Inma! ¡Qué dura es la realidad! ¡Qué bella forma de hacer morir al personaje!

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  3. Que sutil.
    ¿Que te pasa Inma con la muerte? Te llevas por delante a todos los personajes últimamente. Me voy a distanciar de ti.

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  4. Gracias Amando y Ángeles, realmente es dura pero ahí está, es lo único cierto en la vida.
    FranCo si quieres aléjate de mí pero poquito ¿vale?, que te pueda ver de vez en cuando.

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  5. Inma me has dejado a cuadros Hoy era un día muy bonito de contar historias sobre ciertos encuentros y de pronto esto...
    Lo acepto, como comprenderás porque es real, emotivo y triste, parte de la vida y como tal me ha gustado mucho.
    Un beso de sur a sur.

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  6. Excelente! Una muerte dulce para una dura agonía.

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  7. De piedra me he quedao. Así es la vida...de dura.

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  8. Gracias Isolda, Patricia, Flamenco, es dura la vida, pero tenemos que pintarle la cara y disfrazarla para ver su lado dulce.
    Un abrazo

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  9. Es una historia sobrecogedora y tierna a un tiempo. Terrible la conciencia de morir, como también hay algo terrible en la sublimación que llega cuando se acepta lo inevitable.
    Magníficas esas polillas compasivas, como este texto.

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  10. Tierno y terrible cuando la rendición se convierte en muerte sin derrota. Estupendo, enhorabuena Inma

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  11. Me gusta la metáfora polilla-muerte. Primero esa premonición y luego la evidencia: la melena negra de todas las polillas que se la llevan de esta vida.

    Buen texto.

    Saludos

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  12. Una fabula para la muerte. Un punto de vista de la muerte formando parte de la vida. Interesante y sabia reflexión.

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