Perfeccionista desde que era una niña, siguiendo los mismos pasos de su madre y su abuela, como si fuese una secta secreta con un ritual sofisticadísimo, colocaba cada cosa en su sitio de la misma manera. El equilibrio y la pulcritud dominaban su territorio y su mente, donde las ideas quedaban ordenadas como si fuese un roperillo. Incluso sus emociones estaban dispuestas de tal forma que no podía sentir si no se cumplían unas condiciones previas. A sus treinta y tantos aún no había tenido ninguna relación amorosa, se había reservado hasta conseguir al hombre ideal, el hombre perfecto. Su príncipe azul, al que había conocido en Internet, surgió de repente al abrirse la puerta de la sala de recogida de equipajes. Era como se lo imaginaba: alto,
de cuerpo atlético, con una cabellera larga de pelo negro lacio, muy bien cuidado, que brillaba como su alineada dentadura de la que brotaba una sonrisa magnética y contagiosa. Elegantemente vestido con traje de sport, se acercó hasta ella con paso seguro y, tras soltar su maleta de ruedas, estrechó con sus grandes manos las de Elena. Después de saludarla con su voz de tenor, mientras intentaba abrazarla, ella, horrorizada, intentaba escapar de sus brazos, sin dejar de mirar con expresión de asco aquel moco verde que coronaba su nariz como si fuese una gran esmeralda y sin que él se percatara de lo que estaba ocurriendo.
Texto: Marcos Alonso.
¡Ay! Esos pequeños detalles que lo estropean todo. Buenísimo, Marcos. Me ha encantado tu relato.
ResponderEliminarUn saludo.
J...., Marcos, no seas tan cruel con la pobre Elena, ella que tanto se había cuidado de encontrar la perfección...
ResponderEliminarNi seas tan cruel con mi diafragma, que le van a entrar agujetas de tanto reírse...
¿No decían que las esmeraldas eran hermosas?
Solo las sólidas. Las de blandiblú no gustan a nadie.
ResponderEliminarLa búsqueda de la perfección absoluta es una quimera. El encanto está en la imperfección. Aunque hay que hacer de tripas corazón para aguantar un moco verde. Quizás esto sea demasiado. No se...
ResponderEliminarMuy buen texto, Marcos. Enhorabuena
Ja,ja,ja, me has hecho recordar una vivencia personal de la adolescencia...
ResponderEliminarEs que los mocos imponen mucho, y más sin son verdes.
Marcos, la perfección está construísda sobre pequeños detalles y este es grave. Muy grave.
ResponderEliminarPobrecito, con el trabajo que debió costados su cultura y su musculatura, ella va y lo rechaza por una simple infección respiratoria de vías altas que en un par de días se habría resuelto y punto final. Anda que si en vez de la nariz se le hubiera inflamado el intestino...
ResponderEliminarComo si los seres ideales no pudieran ponerse malitos. Vaya con Elenita, poco solidaria, eh?
Y que decir de la guasa de Marcos? Y de su insuperable estilo literario? . Chapeau. Y un abrazo. A.
ja, ja, ja... el principe verde.
ResponderEliminarNo le gusta a Elena que se le cambie el color habitual del galàn.
Excelente, Marcos.
Muy bueno y...que lástima. Una vez más se constata que la perfección no existe.
ResponderEliminarNo buscaba la perfección, buscaba una apariencia de perfección según un canon tontuno. Un hombre perfecto debe también sudar perfectamente, defecar perfectamente, moquear perfectamente, expeler unos perfectos pedos de perfectamente repulsivo olor que él aspire con perfección golosa. Debió haber analizado aquel moco y verificar la perfección de su composición.
ResponderEliminarcreo que el ser humano en un determinado momento de su vida busca la perfección,hasta que se da cuenta que en este mundo eso no sucede jamás,muy bonito tu realato,te felicito,no habia leido nada escrito por ti,me gusto mucho.
ResponderEliminarte envito a que visites mi blog,me gustaria saber tu opinión
Fantástico, Marcos! La perfección no existe. Cuanto más te empeñes en encontrara, mayor será la decepción. Y, si viene de la mano de un moco, mucho peor.
ResponderEliminarEres el "enfant térrible" de La Esfera.
Gracias por estos momentos de distensión.
Un abrazote grande
Eres la leche.
ResponderEliminarHumor, que ya nos hacía falta que estamos de un triste...
Saludos,
Anabel
Genial, Marcos. Hay que ver, echarlo todo a perder por tan pequeño detalle. Quizá Elena le podía haber ofrecido su pañuelo. Qué lástima, tanto obsesivo esfuerzo para nada.
ResponderEliminarIgual que Elena, ahora miro con horror, no el moco verde sino mi falta de educación y caradura por no haber respondido a los comentarios. Gracias doblemente a Jose Francisco por su magistral lectura y por recuperar este texo. Y gracias a Sara, Amando, Montse, Miguel Ángel, Inma, FranCo, Angeles H y J,Catherine, Riforfo Rex, ana J. y Anabel. Mil gracias y disculpas, no sé donde tenía yo la cabeza hace tres meses. Abrazos.
ResponderEliminarMarcos, qué metáfora más divertida sobre la eterna adolescencia en los/las exigentes y ciegos.
ResponderEliminarMe ha encantado! Sobre todo la imagen que ilustra el texto. Me ha recordado a una idea que tengo yo de portaba...
ResponderEliminarFantástico. Felicidades.
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