Corría por la arena caliente, ansiando cambiar esa libertad por afecto. La vio y se arrellanó a su lado. La mujer lo observó de soslayo a través de sus gafas oscuras y sin dudarlo le lanzó un chancletazo certero. Él no se acobardó y la colmó a besos, aulló serenatas y hasta bailó en dos patas para impresionarla, pero solo consiguió otra chancla. El cortejo acababa de empezar. Ambos eran animales de costumbres. Todas las mañanas ella clavaba su sombrilla en el mismo sitio. Él siempre volvía.
Texto: Sara Lew
Fotografía: David Lew
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¿Un chancletazo es un golpe dado con un tipo de calzado llamado chanclas?.
ResponderEliminarCuriosa manera de responder a las demandas de afecto, aunque si continuó plantando la sombrilla en el mismo sitio, por algo sería: cada uno manifiesta sus amores a su manera particular.
Surealista, relajante, fresco, ágil, divertido...
Un abrazo Á.
Las personas somos animales de costumbres. Algunos de ellos, también.
ResponderEliminarMagnífico texto.
Un abrazo veraniego para ti, Sara, y otro para David
¡Qué bueno, Sara! La fábula de la chica y el perro. Muy bien contado.
ResponderEliminarBesos desde la playa
Muy bueno Sara, yo todavía no sé si era un perro o era un hombre. Lo de que somos animales de costumbres es totalmente cierto. Si ella volvía siempre con la sombrilla por algo será. Un abrazo.
ResponderEliminarComo de costumbre Sara, no me sorprendes, porque nos tienes acostumbrados a hacerlo muy bien!
ResponderEliminarMe ha encantado, sobre todo el comienzo, ese cambio de libertad por afecto!
Abrazos!!!
Curioso y estupendo relato veraniego.
ResponderEliminarSara siempre nos sorprendes.
"... él siempre volvía." Amigo fiel. Amante fiel.
ResponderEliminarEnhorabuena para ti y para el fotógrafo (¡Chapeau!)
Sara, como siempre un relato espléndido. Pocas palabras, muchos matices, y muchas reflexiones por hacer.
ResponderEliminarUn abrazo, y otro al fotógrafo.
Hay amores a primera vista, está claro. Saludos
ResponderEliminarEs precioso. En cualquiera de sus interpretaciones.
ResponderEliminarAl vivir cerca de la playa he visto muchos perros en esa situación, ansiando cambiar esa desamparada libertad por afecto.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros amables comentarios y a la Esfera Cultural por la publicación de este texto y de la foto que la acompaña (es obra de mi hermano).
Disculpad la demora en comentar, he tenido una semana agitada.
Hablando de demoras en comentar y de semanas agitadas... En fin, Sara, como siempre estupendo texto, de mil matices en tres líneas... ¿Y por qué será que me siento muy identificado con uno de los personajes?
ResponderEliminarHermoso, Sara. No recuerdo vacaciones en la playa en que no haya vivido una situación como la que contás. Siempre me quedo pensando en qué pasará cuando el verano acabe.
ResponderEliminarUn abrazo!!