15 septiembre, 2011

En algún lugar entre el condicional y el imperfecto


Uno podría sentarse al lado de la ventanilla y ver correr el paisaje, acercándose, alejándose. Y en medio del amplio vacío en que se mueve el pensamiento, uno terminaría considerando que es un desecho rumbo a Perpignan. Mientras pensara, uno podría seguir mirando, sin demasiado interés, las casas inclinadas hacia los raíles, que pronto serían casas olvidadas, árboles esqueléticos, alineados, repetidos hasta la indiferencia. ¿Va usted a Cervera? Un inconfundible acento gallego podría sacarlo a uno de esos devenires que el pensamiento elude y atrapa, persigue y ahuyenta. No, señora, voy a Perpignan. Voy a ninguna parte, señora, me alejo y me acerco, sin presencia, sin ausencia. Verá usted, en Cervera debo tomar un tren para Marsella, es la primera vez que viajo por aquí, antes siempre lo había hecho por Hendaya. No sé si le importa que me siente. Sí me importa, señora, en realidad me molesta
pero, no señora, claro que no, siéntese. Girona detendría el tren cuando un reloj en la estación marcara tres menos cuarto. Puntualidad. Tiempo. Distancia. Voy a ver a mi hija, ¿sabe usté?, ahora esto es un lío porque… le explico, ayer fui a comprar el billete y me dicen que esa línea no funciona ahora porque no es época de vacaciones, me dijeron que debía ir a Barcelona y es lo que he hecho, desde La Coruña, ¿sabe usté?, es la primera vez que hago el viaje por aquí, por eso no sé si debo bajar en Port Bou aunque… Celrá se anunciaría y el tren gritaría con un reclamo cansino y triste: ¡sí señora, en Port Bou cambiaremos de tren! Si quisiéramos podríamos cambiar de vida, podríamos decidir, incluso, no seguir nuestro perdón de cada día, ¿recuerda, señora? aquello de no sé por qué ni cómo, me perdono la vida cada día. Claro, claro, usted nunca leyó a Miguel Hernández. Tal vez ha hecho muy bien. Es una suerte no conocer que existen las opciones: usted debe ir a Marsella porque su hija la espera, uno, sin embargo, habría decidido ir a Perpignan porque es la última estación en un tren sin regreso; esa es la diferencia. Justo al borde de este pensamiento, Llança nos asomaría al mar. No se duerma, señora, es el Mediterráneo. Uno hasta podría emocionarse al verlo pasearse a nuestro lado, azul, marino, inmenso. Si dejara de roncar, señora, conseguiría usted saltar de la emoción de ver el mar, a ésta otra, efímera, de un abrazo en el andén mientras el tren pasa: Penépole recibiendo, al fin, a Ulises. Me he quedado traspuesta, no vea lo cansada que está una después de semejante viaje, se hará usté cargo. Claro que uno podría hacerse cargo, entenderlo casi todo, avenirse a sus conjugaciones, comprender la persona, los modos y los tiempos, todo podría ser exacto, todo, menos lo propio. A fin de cuentas, yo aún no he tomado este tren, y usted va en él porque… alguien la espera.
Texto: Isabel Expósito Morales
Narración: La Voz Silenciosa

8 comentarios:

  1. Precioso, Isabel. La vida ese viaje que podríamos hacer con una sonrisa si alguien nos esperara al final del trayecto. La vida una espera que podría ser tranquila si alguien llegara para abrazarnos. La vida esa Penélope que podría tejer y destejer a sabiendas de que Ulises le abrazará. La vida, el viaje, un tren...

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  2. Genial...me encanta lo que escribes Isabel. Espero seguir teniendo el placer de deleitarme con tus escritos... Felicidades!

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  3. Un precioso escrito de Isabel. Esta vez sobre el viaje que supone la vida.
    Genial

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  4. Una señora un poco cargante, y eso que el viaje parece que merecía la pena.

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  5. Tus relatos atrapan y enganchan..!! una gran habilidad para dibujar imágenes y emociones...Atrévete con MAS.. y MAS..

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  6. Pues me da vergüenza reconocerlo pero no termino de pillarle el sentido. No sé si es una metáfora de la vida y las dudas que nos asaltan ante las decisiones que debemos tomar y las que queremos tomar, si es un sueño de alguien que va en el tren, una conversación algo delirante, al estilo de Boris Vian, si es un monólogo interior de alguien que hace una reflexión...

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  7. Enhorabuena, Isabel, a mi me ha pasado en algun viaje que he hecho en tren tener esos pensamientos de llegada/despedida, de encuentro/adios y casualmente siempre una "compañera" de viaje que te cuenta desde que nació.
    Abrazos.

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  8. Ana J., reflexionando sobre lo que dices en tu comentario, tal vez tienes razón en no encontrarle mucho sentido a la historia, justamente porque, a veces, como en el caso del protagonista del relato, la vida es una sinsentido, es una contradicción en movimiento, mientras que los co-pratogonistas de al lado, navegan por la razón afortunada.
    Aunque, lo más probable, es que el relato necesite más trabajo de mi parte.
    Gracias por tu comentario, me sirven de acicate para ver en perspectiva lo que escribo.

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