02 septiembre, 2011

La tarde rezagada


El pasodoble, solemne y predecible, que toca La Banda en el paseo del Bombé, se desparrama por el parque.
Sólo hay algunas parejas bailando y son escasos los niños que corretean entre ellas, sin embargo hay mucha gente ocupando las sillas de las primeras filas y abarrotando los bancos más alejados.
Un ciclista ralentiza su pedalear para observar a los que escuchan como hechizados.
Aire de ocio de los días festivos, siendo jueves en realidad.
Son los sonidos del oboe y los ritmos del platillo y del tambor los que enmudecen las conversaciones. Los que consiguen que el ayer esté presente hoy. Valores como lo tradicional o el sentimiento de ser respaldado por un amigo sobrevuelan el lugar, inexplicablemente, como si fuesen a cubrirlo con un manto invisible.
Un joven come un helado
mecánica y distraídamente. Al lado, una madre ceba la fruta a su bebé.
Pero es el turista, con su cámara de fotos, el que toma nota del momento: Allí está aquel anciano apoyado en el bastón, con su gorra, sus gafas de sol y la mirada perdida; también la señora que se arranca al son, rostro vibrante, avanzando lenta y juguetona hacia un hombre de pelo cano que la espera extasiado; el corredor, ensordecido por los propios auriculares, que cruza el lugar ajeno a lo que allí se desarrolla; y la aldeana, vestida aún de invierno, caminando con dificultad sobre unos zapatos excesivamente elevados.
El conjunto, es una escena que ilumina el rostro de un hombre que está impedido, sentado en una silla de ruedas.
El tiempo se detiene. Se oyen tímidos aplausos al final de cada pieza.
Todos los actores se observan, se miden, pero nadie puede percibir el sentimiento del otro. Se limitan a seguir asombrados.
No saben que es la música, suave y decidida, la que determina el éxtasis, el rezague de la tarde veraniega en un punto occidental cualquiera, de un planeta casi perdido en el sistema solar, de nuestra minúscula galaxia.

Texto: Jaime del Egido Mayo
Narración: La Voz Silenciosa
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7 comentarios:

  1. Me ha parecido estar allí mismo, escuchando la música, viendo a la señora que ceba la fruta del niño (¿de dónde es esta expresión?), o a la aldeana que lucha con sus zapatos.
    Estupendo!
    Bienvenido a La Esfera, Jaime.

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  2. En el macro universo: galaxias, sistemas solares, planetas, países...
    una fiesta popular repesenta poco más que una mota de polvo, pero la música imperecedera, el sonido del oboe y los platillos, la ilusión de los asitentes y la mirada observadora del ciclista,hacen que la escena cobre el valor de única y de imprescindible para el desarrollo de la vida.

    Muy buena descripción del lugar, de las personas y de la atmósfera envolvente, que nos atrapa en la lectura.
    Bienvenido Jaime. Un abrazo Á.

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  3. Un instante para saborear, como si pudiéramos congelar ese trocito de tiempo y degustarlo con nostalgia para refrescarnos en las tardes de verano. Me gusta.

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  4. Me ha gustado mucho la descripción y el ambiente que has recreado. Y sí, la música como líquido amniótico que no envuelve a todos en el mismo seno interior.

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  5. Una semblanza muy buena, llena de detalles, evocadora.
    Saludos afectuosos.

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  6. Retrato impresionista que deja el aroma de los últimos días del verano. Nuevo costumbrismo: fotografía con palabras, palabras que cumplen la misión de las fotografías.

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  7. Jaime del Egido5/9/11, 9:36

    Muchas gracias Ana J. Y Ángeles por vuestras palabras de bienvenido a la Esfera Cultural. Las necesitaba para seguir dando pasos por este estupendo lugar literario. La expresión "cebar", se usa en Asturias.
    Gracias Marcos A., Ximens, Isabel M.y Amando por vuestros elogios.
    Sin duda, las observaciones del ciclista me han ayudado a recrear la escena.

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