Frente al soportal que cobija nuestras soledades y silencios, hay un puesto de lotería; la anciana que lo custodia vende sueños por 20 €, demasiado caros para quienes tan solo poseemos la piel que nos viste y poco más.
Hoy he tenido suerte, la cercanía de la Navidad y mi recién conquistado hueco a la puerta de la catedral, han llenado mi lata con una cifra importante: 21,33 €, me da para comprar un sueño y aún me sobra…, aunque el sonido de mi estómago reclama urgentemente algo caliente; miro a una de mis nuevas compañeras que dormita en el suelo, entre cartones; llegó hace dos días, siempre está callada y sola, le gusta bailar, lo sé porque
la otra noche vi cómo sacaba de una bolsa un viejo tul con el que rodeó su cintura, tarareó una cancioncilla y agitó sus brazos en un baile que finalizó entre lágrimas. Me hubiera gustado saborear la sal de su dolor y borrarlo, no sé de donde brota, pero no es justo que su juventud arrastre tantas sombras.Hoy he tenido suerte, la cercanía de la Navidad y mi recién conquistado hueco a la puerta de la catedral, han llenado mi lata con una cifra importante: 21,33 €, me da para comprar un sueño y aún me sobra…, aunque el sonido de mi estómago reclama urgentemente algo caliente; miro a una de mis nuevas compañeras que dormita en el suelo, entre cartones; llegó hace dos días, siempre está callada y sola, le gusta bailar, lo sé porque
Sus ojos poseen un insondable abismo de abandono y desolación que me conmueve.
Cruzo la calle, le entrego el dinero a la lotera ignorando las protestas de mi estómago vacio y, con el boleto en la mano me acerco a la muchacha, responde al suave roce de mi mano sobre su hombro con una mirada hostil, quién sabe de qué meditaciones o sueños la habré sacado.
Coloco el décimo en su mano, en silencio, ese es nuestro lenguaje; interiormente deseo que mi regalo llene de luces sus profundos ojos.
Un relato triste pero esperanzador. Es en las clases humildes donde de verdad se encuentra la generosidad. Dar sin tener es lo más grande, lo otro es fácil. Y por desgracia lo que narras es más frecuente pues los dos mundos (los que tienen y no tienen trabajo) hoy son más palpables.
ResponderEliminarDar de lo que necesitamos es la verdadera entrega, porque dar de lo que sobra es fácil o más fácil. Y entregar la ilusión es lo máximo que podía entregar. No fueron los 20 € sino la ilusión de hacer realidad los sueños.
ResponderEliminar¿Hay algo mejor que un regalo llene de luces sus profundos ojos? Defnitivamente no. Quien regala ilusión regala vida.
ResponderEliminarBesos, Yolanda.
La miseria se compadece de la miseria. En la vida casi siempre ocurré así. Muy Buen relato. Saludos Ylanda.
ResponderEliminarMe hubiera gustado saborear la sal de su dolor y borrarlo, no sé de donde brota, pero no es justo que su juventud arrastre tantas sombras.
ResponderEliminarYolanda me quedo con esta frase, encierra tanto, es tan bella.
Enhorabuena
Un relato triste, pero muy bello por el mensaje tan esperanzador que contiene.
ResponderEliminarBesitos.
Me gustan tus metáforas. Muy bellas.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios, besos.
ResponderEliminarIlusión y generosidad. Solo quien ha llegado al límite puede ser capaz de algo tan grande.
ResponderEliminarMe ha emocionado, Yolanda.
Entrañable y ejemplar.
ResponderEliminarUn abrazo Á.
La solidaridad tiene algo de mágico, sobre todo cuando sorprende a la dura realidad, como en este magnífico texto.
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