El escaparate repleto de éxitos. Un antes y un después rotundos, sin miramientos, nada de grasa donde no se merece. Caras serias con estómagos planos recién adquiridos.
Al otro lado del cristal, un local de paredes blancas, dos estanterías. Revistas del corazón mezcladas en abanico con publicaciones científicas. En combinar está el gusto.
Los muebles de madera y las sillas, cuatro, se pegan a la pared. Dos a un lado y dos a otro, para crear un pasillo ancho, como los clientes, hasta la puerta cerrada de la consulta.
Paredes limpias, sin carteles pidiendo silencio porque no hace falta. El gotelé presagia sudor en la piel de los que acuden. De vez en cuando se escucha el sonido de pasos, la única pista para que se prepare el siguiente.
Cuatro adultos, dos hombres y dos mujeres, se derraman sobre las sillas. No se mueven, encajados, llenando la cabeza con ideas de triunfo sobre la grasa. Tan sólo piel sobre piel sobre piel. Tan solo pliegues con
venas pequeñas que rompen en puntos rojos cuando hace frío.
venas pequeñas que rompen en puntos rojos cuando hace frío.
Se abre la puerta y el último paciente cruza el local sin levantar la cabeza. En sus brazos dos líneas hacen ver que es ahí donde ha empezado a ser efectivo el tratamiento. El cuerpo todavía redondo abandona la clínica para hacerse estorbo en la acera.
Una mujer de blanco asoma la cabeza, sonriente. Dice el nombre del nuevo y el nuevo se despega de la silla. Su cintura mantiene la forma de los reposabrazos el tiempo suficiente como para sorprender a los que ya no se acuerdan de lo que era eso.
Suena el pestillo. Los que esperan reinician la lectura, el silencio, al tiempo que la silla chasquea tomando descanso. Al otro lado de la pared se inicia el intercambio.
Transcurrida media hora se abre la puerta y el nuevo cruza el pasillo. Esconde las lágrimas aprovechando un pliegue entre los párpados. No se despide. No mira el cartel del escaparate que le llamó la atención. Ahí se deja claro que "El único precio es la felicidad". Un gordo triste es un flaco en ciernes. Volverá la semana que viene con diez kilos menos. Esto acaba de empezar.
Texto: Alberto García Salido
Narración: la Voz Silenciosa
Narración: la Voz Silenciosa
Muy buen texto.
ResponderEliminar"Un gordo triste es un flaco en ciernes".
Estupendo!
Me ha gustado mucho el texto. "Su cintura mantiene la forma de los reposabrazos el tiempo suficiente como para sorprender a los que ya no se acuerdan de lo que era eso"... Me encanta esa descripcion que quiere ser severa, y a la vez me transmite un poco de pena pero tambien esperanza; despues de todo, se van a curar. Muy bien escrito.
ResponderEliminarA esa sala de espera Alberto, creo que le sobra descripción. A mi sobran sillas, las estanterías y las revistas del corazón. Casi me quedo por el camino. Creo que mucha paja para un texto tan corto.
ResponderEliminarEl tema es muy interesante y tu texto tiene bastantes aciertos. Creo se puede exprimir mucho más su pulpa y ahondar en lo verdaderamente importante, la obesidad y el interior de aquellos que la padecen y de los complejos que le llevan a la infelicidad.
Felicidades
Tiene indudables aciertos este texto, el más importante su trasfondo.
ResponderEliminarEl tema de la obesidad es tremendo. Uno tiene de todo sobrepeso, fuma algo, es funcionario, escribe versos... Lo llevo claro, dentro de nada me expulsan del planeta por terrorista.
Y lo digo porque la excesiva gordura ya se ha convertido en un motivo de exclusión. Lo dices muy bien en una de tus frases: salir para convertirse en estorbo en una acera.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bueno tu texto Alberto. Lleno de frases, tal como se han apreciado, para enmarcar. Perfectamente descriptivas de esa condición de la gordura enfermiza. Estoy con Francisco en que un poco de economía del lenguaje le hubiera ido muy bien a fin de ganar fuerza lo realmente importante de la historia. Enhorabuena.
ResponderEliminarEs buenísimo ¡felicidades!
ResponderEliminarun abrazo