Sentado en la camilla de la consulta oía hablar a su madre de cuánto era capaz de comer y dormir, y aunque le gustaba –siempre prestaba atención cuando hablaban de él–, esta vez no quería distraerse: tenía los ojos fijos en las manos de la enfermera, comprobando que era verdad lo que contaban sus amigos en el colegio. A los seis años, esa enfermera tan cariñosa, la que olía a jarabe de fresa, la que regalaba el palito de la “aaah”, te ponía una inyección. Y ya la tenía preparada, pero él también lo estaba. Metió la mano en el bolsillo del pantalón y agarró decidido su cuchillo invisible.
Texto: Rafa Heredero García
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
jo, no me lo quiero cruzar cuando tenga unos pocos años más... ¡genial!
ResponderEliminarun abrazo
Muy bueno; me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos, Rafa
Gracias,Mariluz e isolda.
ResponderEliminarUn saludo para las dos.
Breve, conciso, intenso.
ResponderEliminarLo bueno, si breve...
ResponderEliminarMuy bueno, mucho.
Enhorabuena
Muchísimas gracias, Ana J.
ResponderEliminarUn saludo.