A veces, cuando pongo la radio, me viene a la cabeza mi abuela, y la veo acercando la oreja al viejo aparato a galena que presidía el comedor.
Nunca fue muy fina de oído y el ronquido desentonado del viejo transistor, que a duras penas sintonizaba poco más que Radio Nacional, no le ayudaba precisamente.
Pero, por muchas dificultades que tuviera para escuchar las noticias o las coplas que fluían por el aire como si de magia se tratara, jamás dejó de encenderla.
Atendía con concentración de escolar aplicado, suspiraba al sentir la música que conmovía su corazón, lloraba con las cuitas de los protagonistas de la novela y reía con las ocurrencias de Pepe el Zorro.
De vez en cuando mascullaba frases que nadie lograba entender pero que a buen seguro formaban parte de una conversación unilateral con los que hablaban detrás del altavoz del transistor. Seguía con fervor el rezo del rosario y asentía vehemente con la cabeza para darle la razón al locutor, si es que estaba de acuerdo con lo que decía, o se la oía rezongar cuando cualquier comentario le disgustaba o si no entendía algo.
—¿Qué pasa, madre? —preguntaba entonces la tía Paquita, la soltera, sin levantar la mirada de la costura que entretenía sus tardes hueras.
—Que no sé lo que marmulla ese hombre… ¡qué trabajo le costará hablar bien!
Y pegaba más la oreja al aparato, obstinada en comprender algo.
Justo como yo, que me pego a ti, intentando sintonizar lo poco que queda entre nosotros.
Texto: Ana Joyanes
Ilustración: Segismundo Rey
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Yo soy una niña de la radio y sigo siendo una mujer de la radio, va conmigo a todas partes...
ResponderEliminarTu relato es encantador y rememoras una escena que quienes tenemos una cierta edad conocemos muy bien...
Pero el final es desgarrador e inesperado, me ha gustado mucho, porque reflejas perfectamente, la incomunicación, esa de la que nos dolemos cada día...
Besicos.
Muchas gracias, Cabopá.
ResponderEliminarMe siento feliz de haber sintonizado contigo y haber podido transmitirte ese desgarro de la incomunicación, a veces tan sutil.
Y muchas gracias a Segismundo por la magnífica ilustración que has hecho para este relato. Me siento muy afortunada.
Un abrazo fuerte a los dos.
Ana, con tu relato vemos como el aislamiento y la incomunicación no solo las causa la sordera, también la falta de interés.
ResponderEliminarAbrazos
Me has llevado a mi infancia y al recuerdo de mi padre escuchando la radio que aún conservo.
ResponderEliminarEs una de mis aficiones y cultivo ese medio con interés.
Gracias por reavivar mis recuerdos.
Has bordado el final, con la incomunicación como telón de fondo.
Un saludo, Ana J.
Me gusta como el relato rescata con detalle un momento del pasado con una narración detallada y cálida del escenario...y como al final, el recuerdo, sufre el asalto del presente.Un saludo Ana.
ResponderEliminarMe ha gustado, me recordó las tardes que pasaba con mi madre escuchando las novelas cómo Lucecita, que tiempos... entender la sintonía del amor a veces es bastante complicado, sobre todo cuándo empieza a fallarnos los oídos, saludos.
ResponderEliminarTambien escuchaba la radio esas viejas de transistores grandototes artefactos que alegragaban las tardes de los ranchos,.me gusta el relato retratas un final que es inesperado pero al mismo tiempor ..tan real y de nuestra actualidad, felicitaciones ,,,y a los ganadores de los relatos de navidad,igualmente. realmente una suerte magnifica haber encontrado su sitio
ResponderEliminarEfectivamente, L.P., la falta de interés, la rutina, las relaciones que se desgastan...
ResponderEliminarJuglar, me alegro de haberte llevado, de alguna manera, a tu infancia. La radio tiene algo misterioso que engancha incluso ahora que tenemos tantos medios tecnológicos, imagina antes!
Y la incomunicación, a veces tan sutil...
Isabel, a veces el pasado es un gran contrapunto al presente. Y viceversa.
Nuria, ¡qué tiempos! Yo nunca escuché Lucecita, pero una prima mía estaba enganchadísima! Llevas razón, a veces el oído del corazón se nos endurece.
Muchas gracias a todos por leerme, L.P., Juglar, Isabel y Nuria.
Muchas gracias, Sonia. Por tu apreciación de mi relato, por tus felicitaciones por los Relatos de Navidad y por rodar con nosotros.
ResponderEliminarEs una suerte que nuestros caminos se hayan encontrado.
Saludos
Una descripción deliciosa de otros tiempos, que se podría escribir hoy con la madre enganchada a su telenovela, el padre con el partido de futbol y los hijos con los videojuegos. ¿Cómo pueden sintonizar cada uno con los auriculares puestos?
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Ana.
Cierto, Catherine. La historia es siempre circular. A veces parece un milagro que sobrevivan las relaciones en el ruido que nos rodea.
ResponderEliminarMuchas gracias, Catherine, ma chérie.
Felicidades a la escritora y al ilustrador. Ambas creaciones están a una gran altura.
ResponderEliminarPues este relato, por alguna razón misteriosa, se me había escapado. ¿Por qué...? Bueno, da igual. Como siempre, Ana, maravilloso. Cómo nos vas llevando hacia lo que te interesa. Al final, una vez disparada la última frase, cómo cambia toda el relato, cómo das el salto, a modo de cabriola acrobática, y nos muestras un relato de amor (o desamor) disfrazado de un relato casi contrumbista...
ResponderEliminarEnhorabuena a ambos, porque el ilustrador también ha hecho un gran trabajo.
Hábil vuelta de tuerca final que hace que sintonice con tu emisora y remuevas mi conciencia. Cierto y hábil en el mensaje. Inmensa en la escritura. Enhorabuena. Este texto que sepas que lo he leído lejos, muy lejos, antes de acostarme aquí en Estambul. Apúntalo en el curriculum!! Un beso fuerte
ResponderEliminarPues no me he emocionado al escuchar el relato!!!
ResponderEliminarLa música de fondo, la sintonía, no podría haber estado mejor escogida. Y la nostalgia me ha asaltado.
Y esos ruidos de dial mal sintonizado...
Muchísimas gracias, Jose, me siento privilegiada. Mucho.
Un abrazo muy grande.
Muchas gracias, Francisco. Sabes que que tu opinión me interesa mucho.
ResponderEliminarAmando, es cierto que echaba de menos que leyeras mi texto. Como se dice, nunca es tarde si la dicha es buena.
Y yo me siento dichosa por haber captado tu interés. Es cierto, quién sabe dónde está la linde entre el amor que se tambalea y el desamor?
Muchas gracias y un beso grande a los dos.
Por supuesto que lo apunto en mi currículum!!!
ResponderEliminarDesde Estambul! ahí es nada!!!
Gracias por estar siempre pendiente. No sabes cuánto me alegra siempre sintonizar contigo.
Salam aleikum, querido amigo.
La última frase, concluye, redondea, le da sentido, matiza, intensifica, envuelve todo el texto.
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