Se acercó sigilosa, despacio, engañando al tiempo para retrasar la despedida, el último adiós, el beso en sus labios fríos, el fin de una historia como cuando se pasa la última página antes de cerrar el libro. Sintió como sus fuerzas flaqueaban. Sus piernas, incapaces de mantener su cuerpo, provocaron que sus manos se apoyaran en la fina madera del ataúd y sintió, entonces, su suavidad, como una tierna caricia que la reconfortó hasta provocarle una sonrisa. Se excusó en su abatimiento para rozar sus mejillas sobre la tapa de fina madera, repujada en sus bordes donde formaban graciosos elementos decorativos vegetales que caían por los laterales; disimuladamente extendió sus brazos sobre aquella obra maestra reconociendo sus formas y, así, pasó un rato, sin que se percatara de que su esposo seguía muerto. Cuando fueron a buscarla costó que
reaccionara y se apartara del precioso ataúd, cayendo en esa admiración todos los que se acercaban y tocaban su cuerpo de fino ébano. Cruzaban sus miradas incapaces de describir las sensaciones que ello le producían, así, el rumor se fue extendiendo y multiplicando por todas las salas del tanatorio, atrayendo a todo tipo de gente que nunca habían conocido al difunto o a su familia. En menos de veinticuatro horas se inició toda una peregrinación llegando gentes de todos los barrios de la ciudad, incluso de otros lugares de la provincia. La noticia se había extendido por internet y los medios de comunicación y al día siguiente empezaron a llegar más curiosos de todo el país y los primeros turistas extranjeros, junto a destacadas personalidades religiosas, políticas y del mundillo de los famosos. El gobierno autorizó que el velatorio se alargara durante cuatro días más, dada la repercusión mediática y las consecuencias económicas que de ese hecho se empezaba a producir, hasta que el mal olor se hizo inaguantable. Fue en ese momento cuando se reunieron las principales autoridades para tomar una determinante decisión: sustituir al difunto por otro más “fresco”. Es así como este lugar se ha convertido en un referente mundial, y, a pesar de haberse creado otros tanatorios similares en régimen de franquicia, ninguno como éste ha alcanzado la popularidad y ese magnetismo, por eso no es de extrañar que el famoso ataúd haya sido declarado no sólo Bien histórico-artístico y Monumento nacional sino Patrimonio de la Humanidad.Texto: Marcos Alonso
Narración: La Voz Silenciosa
Me parece un relato, sencillamente genial. De lo más íntimo a lo más público, del dolor a la feria... Pero todo superficie. Somos capaces de cualquier cosa los humanos.
ResponderEliminarEs sencillamente fantástico. Desde luego Amando, nuestra capacidad para los despropósitos es asombrosa.
ResponderEliminarEsto sí es la parte por el todo. Metáfora de lo absurdo del mundo en que vivimos. Fantástico, Marcos, una vez más.
ResponderEliminarBesos, sencillitos, jaja.
Buenísimo, Marcos, buenísimo!
ResponderEliminarMe descubro ante vos.
¡Bravo!
ResponderEliminarun abrazo :)
Me parece realmente fantástica, la definición de esa transformación que surge en la protagonista, que pasa del dolor, en ese abrazo sensual al ataud, a una veneración contagiosa al objeto y su marido deja de tener importancia pasando a ser facilmente sustituido por otros muertos.Muy simbólico.
ResponderEliminarFelicitaciones por la genialidad del texto.
De acuerdo con todos, me parece un relato excelente.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, igualmente opino que es un texto ingenioso impactante, sobre la realidad absurda, sobre las situaciones insólitas que llevan a cambiar las perspectivas y los conceptualización de las cosas. Lo que antes no tenía la menor significación, de pronto, adquiere importancia e involucra a todo un movimiento de masas.
ResponderEliminarUn abrazo.