Mirase donde mirase, siempre estaba allí. El trocito de carne rosa desenfocada que veía entre sus dos ojos, era una constante en su vida.
Su oficio llegó hasta él, como llegan las grandes cosas, por casualidad.
Siempre había tenido la extraña capacidad de oler el fuego antes que el humo, de conocer los ingredientes de un plato por su olor sin haberlo saboreado, de saber el tiempo que iba a hacer cada día sin salir a la terraza a comprobarlo y eso se debía, a su enorme apéndice nasal. Una nariz de veinticuatro centímetros de base a punta, no pasaba desapercibida, no señor. Pero si además va acompañada de un olfato fuera de serie, es algo que debería tomarse en serio.
Jaime ya estaba harto de que la gente aprovechara su don para
tareas tediosas como: buscar supuestos tesoros, alianzas perdidas, mascotas extraviadas o ancianos desorientados. Un día, mientras disfrutaba de su sándwich preferido sentado en un banco del parque, escuchó a una pareja discutir. Ella quería dar por terminada la relación por falta de atracción, él lloraba desconsolado. Al instante, Jaime se dio cuenta de que ella mentía. Sin pensarlo, se dirigió hasta la pareja y dijo:
- Mientes. Llevas tres meses viéndote con tu jefe a escondidas.
- Pero oiga, ¿está usted loco? Dijo ella. No se meta en conversaciones ajenas.
- ¿Tiene pruebas de lo que está diciendo? Dijo él.
- No me hacen falta pruebas, puedo olerlo. Respondió Jaime.
Así comenzó su oficio como asesor en casos en los que la mentira jugaba un papel determinante. Ha salido en prensa y televisión, en la Audiencia Provincial le han asignado un sitio junto al juez, tiene un escaño en el congreso sin haber conseguido un solo voto, ha dejado sin trabajo a muchos detectives privados y las aseguradoras le han hecho inmensamente rico. En Bruselas se rifan sus servicios. Intentó meter su nariz en la iglesia católica pero se topó con el secreto de confesión.
Mientras doy vueltas a la tarjeta que tengo entre mis dedos, leo el título que reza: Jaime Aspiazu García “El olor de la mentira”. Hoy tengo una cita con él, voy a proponerle un negocio. Me llamo Lara, mi nariz sólo mide seis centímetros de base a punta, pero con ella soy capaz de oler el futuro.
Mientras doy vueltas a la tarjeta que tengo entre mis dedos, leo el título que reza: Jaime Aspiazu García “El olor de la mentira”. Hoy tengo una cita con él, voy a proponerle un negocio. Me llamo Lara, mi nariz sólo mide seis centímetros de base a punta, pero con ella soy capaz de oler el futuro.
Texto: Fernando Mifsut Lozano.
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
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Fernando ¿a qué huelen las mentiras? tendremos que preguntarle a Jaime y que Lara nos oriente con esa habilidad para oler el futuro. Buen relato.
ResponderEliminarEs promeedor el olor de futuro, ya nos contarás. Enhorabuena, vecino.
ResponderEliminarqueria decir prometedor, claro
ResponderEliminarEl olor de la mentira. Me ha encantado. Incluso sin el final me habria gustado.
ResponderEliminarMuy bueno!
Muy bueno Fernando, me huelo que este relato va tener muchos seguidores. Un abrazo.
ResponderEliminarEs muy bueno, en estos momentos de paro, sería un emprendedor como lo llaman ahora...
ResponderEliminarSuerte y besicos
Gracias por oler mi relato y leerlo.
ResponderEliminarMuy bueno!!! Ménuda vida le ha tocado a tu protagonista. Bien remunerada eso sí, pero no sé yo si eso está pagado con dinero... En cuanto a lo de oler el futuro... déjame soñar... de momento ya tengo el nombre. Gracias por incluirlo. Un beso.
ResponderEliminar¡¡Has creado un superheroe! No se cual sería su nombre...
ResponderEliminarLaura
Un nuevo supeheroe ¡¡que bueno!!!
ResponderEliminarAyyy el olfatooo, siempre q sea para oler cosas buenas bienvenido sea!! Pero para cosas malas puede ser un castigo!! ;DD....
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