Wittville está detrás de unas montañas que no aparecen en los mapas.
Sus habitantes sufren una ceguera congénita muy rara propiciada por el aislamiento y —según he podido averiguar— por su propio empeño. Además han desarrollado una extraña habilidad para el silencio. Toda la vida transcurre amortiguada, atemperada por la costumbre de hablar mediante signos, cubrir con tela las patas de los muebles, sacar a las afueras del pueblo los gremios más ruidosos y soñar entre algodones. Sólo a los niños se les permite el exceso de la risa— aunque de forma medianamente escandalosa— en un alarde de cariño por las nuevas generaciones. Aunque de todas formas, ellos corren menos peligro.
Esa carencia de visión, y oído, hace que utilicen en exclusiva su olfato para vivir. Generación tras generación, la selección natural ha hecho individuos con las narices más grandes, mejor dotadas, más olisqueadoras. Los vecinos lucen enormes trompas en rostros pequeños, de ojos fijos y orejas diminutas. Son monstruos deformes, con el cuello largo de husmear el aire. Monstruos asombrosamente arrugados y
longevos.
También es curiosa, en Wittville, una tradición milenaria —que me pareció horrible al principio— de sacrificio de animales. Dos domingos al mes, matan gallinas, algún gato, un caballo lesionado, una vaca vieja —nunca sus queridos perritos mudos— y dejan sus cuerpos agonizantes en los cuatro puntos cardinales del pueblo. Para que se sequen al sol. Cuando el fuerte olor se va diluyendo, organizan otra matanza.
La Muerte, en sus cíclicas visitas a la aldea, llega —casi nadie sabe que también es ciega—, y no oye nada. Sólo el canto de pájaros y el ulular del viento. Entonces guía su guadaña hacia los animales, atraída por el tufo irresistible de la sangre, la pestilencia de la agonía y el olor a podredumbre. Acabada su misión, se marcha engañada pero satisfecha, cargada de almas equivocadas. Pero al fin y al cabo, almas.
Wittville ha descubierto cómo engañar a La Muerte.
Con el tiempo, yo me he convertido en un lugareño más, acogido en su hospitalaria comunidad. Generosamente, me han regalado el secreto de la inmortalidad.
También, mis ojos metidos en un bote cristal de los de hacer mermelada.
Texto: Mar Horno García.
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Más relatos "Con un par de narices", aquí
Estos vecinos narigudos, son más bien asesinos vecinos...
ResponderEliminarUn cuaderno de campo con una redacción impecable.
Muy bueno tu relato Mar Horno.
Besicos
No quiero exagerar, Mar, pero creo que el presente está entre tus mejores textos, o al menos de entre los muchos y muy buenos que te he leído. Originalísimo. Felicitaciones.
ResponderEliminarSaludos
De acuerdo con Gabriel. Fantástico. No sé que más decir. Felicidades Mar. Un abrazo y un +1.
ResponderEliminarGenial y absolutamente diferente. Es increíble como lo relacionnas todo: Muerte, ceguera, olor hasta llegar a la inmortalidad de la mano de un bote de mermelada.
ResponderEliminarMi enhorabuena, genial (ya se que lo he dicho pero...)
Un beso, Luisa
Mar, no dejas de sorprenderme. Es un relato que aúna crónica, ficción y sentido del humor. Me ha recordado a Winnippu de Agustín Valderrama y también esos documentales de la BBC, por no decir que hay tintes de realismo mágico y de Kafka. Eres una gran escritora, aunque eso ya lo sabías.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con esta lectura.
Suerte para el concurso, pues la calidad ya la traías de serie.
Un fuerte abrazo.
G E N I A L!!!!!!
ResponderEliminarQué placer es leerte, Mar, qué tremendo placer.
Enhorabuena por este texto
Un abrazo admirado
Fantástico, Mar. No solo por la temática del texto (original e imaginativa) sino por lo bien que está escrito.
ResponderEliminarSuerte. Un +1 más que merecido.
Besos.
Cabopá, lo has leído antes que yo. Muchas gracias. Eres un sol.
ResponderEliminarGabriel, viniendo de tí, que eres un maestro, me siento en las nubes. Siempre he pensado que la muerte es ciega y que se guía por el olor. En esa creencia se basa el relato. Un abrazo.
Espectacular. Muy bueno. Tan ingenioso como ese Wittville (qué buena elección del nombre!).
ResponderEliminarDaría para todo un libro.
Chapeau!
Yolanda, me alegra dejarte sin palabras y gracias por ese voto. Un beso.
ResponderEliminarLuisa, tú si que eres genial. Muchas gracias por pasarte. Un abrazo.
Nicolás, todo eso que dices, ha sido sin querer. Supongo que somos lo que leemos y todo influye en nuestra escritura. Gracias por pasar.
Hola Patricia, gracias por pasarte, siempre es un placer recibir comentaqrios en La Esfera y participar en sus convocatorias. Un beso.
Sara, nos hemos cruzado, acabo de estar en tu blog y he salvado al pobre hombre. Muchas gracias por tu +1. Un abrazo.
Enhorabuena Mar. Es muy bueno este micro. Potente. Huele a premio ¿? Por qué no.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Querida Mar, este relato es bestial lo mires por donde lo mires.
ResponderEliminarCoincido con Gabriel, es de lo mejor que te he leído y mira que me gusta todo lo que escribes.
Eres única.
Felicidades.
Un abrazo y toda mi admiración.
Hace ya meses que tienes toda mi admiración. Con este relato esa admiración no hace sino incrementarse. Mi enhorabuena y mi voto de corazón (no puedo darte tu merecido +1 porque no tengo perfil en Google). Me alegra haberme dado una vueltecita por aquí pese a no participar en la convocatoria; no me hubiera perdonado perderme esta joyita.
ResponderEliminarUn beso.
Nuria RG
Excepcional factura la que trae este cuento, ya el principio de una muerte ciega guiándose por el olor es una idea sublime; pero has ido mucho más allá con esta crónica que abunda en poesía y sensibilidad.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Enorme abrazo.
Genial, original y con un final inesperado. Me ha gustado mucho. Muy bueno, Mar, pero en ti eso ya es lo habitual.
ResponderEliminarBesitos
Es un cuento fantástico, si bien comienza de forma sencilla, se va volviendo complejo, cada sentido cada concepto, en un perfecto engranaje. Felicidades
ResponderEliminarEscalofríos me ha dado. Enhorabuena, potente micro Mar
ResponderEliminarUn beso
Mar, felicidades por la idea del relato y por la excelente forma de contarlo, pero, sin ánimo de ser la nota discordante a tanto halago, le diré que las ficciones aunque soporten las situaciones mas fantasiosas deben tener una "credibilidad" para el lector, una "lógica interna", y a este lector que escribe se le hace duro entender como un pueblo de ciegos se comunica por signos, aunque ya tu adviertes que es una "ceguera rara", así y todo se me hace cuesta arriba (con qué signos se comunican : ¿táctiles,olfativos?).
ResponderEliminarRespecto al engaño de la "Dama de la Guadaña", ciega ella también, yo siempre he creido, como tu, que la muerte es bastante ciega; lo que si creo que tiene es un excelente olfato para oler la vida cuando ésta va dejar su habitáculo. No creo que se la pueda engañar con animales muertos porque carroñera no es. A no ser que sea una parca bastante capitidisminuida.
Salvo estas dos pequeñas objeciones de un puñetero lector, solo me queda decirte que me ha gustado tu relato.
Un texto soberbio Mar, en el que destaca no sólo la trama -que desborda creatividad- sino el final sorprendente que le das a la historia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ahora sí. Votado. Me gusta mucho, Mar.
ResponderEliminarMuchas gracias David, por tu visita y por tu voto. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias MJ, me pones colorada.
Nuria, qué alegría encontrarte aquí de nuevo. Haz un esfuerzo y escribe un relato para esta convocatoria. Lo espero. Un beso y espero que estes mejor.
Juan, agradezco mucho tu comentario aquí, como siempre excepcional.
Elysa, gracias por tu comentario. Un abrazo.
Dácil, muchas gracias por tus palabras. Una abrazo.
MªAntonia, encontrarte aquí es una sorpresa queridísima. Un beso.
Cyrano enmascarado, muchas gracias por tu comentario. Estaba esperando que alguien se diera cuenta. Los de Wittville son ciegos aunque no sordos ni mudos. Para evitar cualquier sonido se comunican con las manos, por contacto físico y mediante signos. Puede ser creíble o no pero yo me lo imagino así. Un abrazo y gracias por tu comentario tan acertado. Un abrazo.
ResponderEliminarPedro, tu comentario siempre me es imprescindible. Muchas gracias. Un abrazo.
Miguel Ángel, gracias por tu voto. Un abrazo.
Enhorabuena por este magnífico micro. Qué bien se nota a quienes estáis especializados en el género y el modo en que utilizáis la técnica específica.
ResponderEliminarAplausos
Mis felicitaciones mas sinceras por este imaginativo relato y su excelente redacción,que nos ilustra con una descripción perfecta de imágenes oníricas.
ResponderEliminarFelicidades por tu buen hacer.
Enhorabuena Mar. Fantástico relato.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Muchas gracias Amando, deformación que tiene una. Un abrazo, siempre es un placer participar en La Esfera.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Isabel por tu comentario. Un abrazo.
Gracias Rosa, eres un sol. Un beso.
Es un texto muy bueno Mar, se ve que lo has currado desde la primera palabra. Has lanzado tu imaginación a los confines de Witville y te juro que no voy por allí ni duchada, ja,ja.
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena.
Un beso
Laura, menos mal que esas montañas no aparecen en los mapas. Lo malo es perderse por la zona y aparecer allí haciendo ruido. Un beso.
ResponderEliminarUff, Mar, competir contigo es tirar cubos de agua al mar. Imposible. Te has montado una historia llena de mensajes, detalles y símbolos. Me ha gustado el tono de cuento tradicional que le has dado. En fin, que será un placer estar junto a ti en el libro. Por cierto, que me hiciste retroceder con la comunicación con signos entre ciegos, pero lo pensé y efectivamente, los signos pueden ser dibujados en la palma de la mano.
ResponderEliminarXimens muchas gracias, es todo un honor tu comentario. Pero te diré que el tuyo no está nada mal. Está muy bien escrito, es divertido, irónico y nos hace reflexionar sobre vanidades. Para reirnos de nosotros mismos. Un lujo será estar en la publicación de La Esfera acompañada por tu relato y los demás seleccionados. Un abrazo.
ResponderEliminarEs fantástico Mar, un relato muy bien escrito. Felicidades por conseguirlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Paloma. Un beso.
ResponderEliminarOtro acierto más para este texto: tu Voz, José Francisco.
ResponderEliminarGran dibujo de una atmósfera extraña, con un final de pesadilla fantástica; muy de cine.
ResponderEliminarPremio merecido.
ResponderEliminarFelicidades Mar