13 abril, 2012
Por una nariz
El altavoz desgrana los destinos de todo el vestuario. Muchos rezongan sin motivo. Yo sonrío, aunque tampoco tengo motivos. Después de unas cuantas carreras dejaré de ser un jockey para ser apenas un hombre. Resignado y viejo, me encamino a la pista donde un empleado señala un caballo que se remueve al final del óvalo de calentamiento. Mi montura de hoy es un mesteño al que le han quitado el orgullo a base de latigazos. Le palmeo el cuello buscando un atisbo de complicidad, pero el caballo tiene la mirada perdida. La encuentro en una niña de quince años que me saluda alegre. Pregunto quién es. Me dicen que la dueña. Y me digo que es imposible. Aunque tal vez lo sea. El caballo tiene indudablemente mucha historia marcada en su piel. ¿Quién me dice que ella no es un punto más en esta? La saludo antes de unirme a la manada en la puerta de salida. La pista es un erial y mis competidores puro nervio. No nos amedrentamos y aguardamos hacinados a que nos liberen. No nos hacen esperar mucho. Las puertas se abren y salimos disparados instalándonos en la cola entre los que han venido a competir y no a ganar. Trato de acoplarme al ritmo del corcel. A su respiración. A su vida. Y le dejo engullir la primera recta como le plazca. No le pido ni él me da. Entonces tomamos la primera curva y resbala deslizando por
un segundo eterno. Sé que nos vamos al suelo. Pero de pronto me contradice. Se recupera y vuelve donde nunca estuvo: en la carrera. Recupera lo perdido y gana lo que puede. Sea lo que sea que se ha encendido en él nadie me ha avisado que es contagioso. Me levanto sobre la montura y le espoleo hasta que la última curva nos atrae hacia dos jinetes que cabalgan como jirones de viento oscuro. Eso el mesteño no lo comprende. Él sólo quiere ganar. Y le fustigo recordándole lo que fue. Y él me descubre lo que quiere llegar a ser colándonos en la fiesta privada de los vencedores. Chocamos. Luchamos. Y cuando descubro cuanto me estoy divirtiendo, se termina. La meta. La hemos dejado atrás. Nos detengo y alzamos la mirada hacia un marcador que ha de mostrarnos nuestro lugar en el día. La foto es clara. Por una nariz. Hemos perdido por una nariz…
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Este texto te hace sentir el vértigo de participar en una carrera de caballos.
ResponderEliminarEn el mismo ha existido algo que me llama la atención: "Nos detengo". No sabría si es una error, pero se puede interpretar como un acierto literario. Es cierto que aunque se detienen dos seres, solo uno es el que ordena. También es cierto que el jinete junto a su caballo se siente un solo ser. Es por ello que la literatura es rica.
Felicidades
Me ha gustado esa carrera perdida y ganada a un tiempo: perdida por una nariz, ganada por la manera de contarlo.
ResponderEliminarUn saludo
Me he visto montando ese caballo, y perdiendo. Excitante. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarPartir como perdedor, sentirse cansado antes de empezar y darse cuenta, de pronto, que como desaparece el cansancio, como uno vuela es haciendo lo que realmente sabes hacer. No ganar por una nariz, es un modo de perder, en principio, destructivo, pero a la larga, es un modo de no ganar. Ya sé que es una distinción sutil, y más en este mundo que sólo admite triunfadores. Pero para mí no es lo mismo.
ResponderEliminarSi aquel España-Malta se hubiera saldado con un 10-1 en lugar del apoteósico 12-1, hubiese resultado frustrante pero seguiría siendo épico.
ResponderEliminarNo me gustan los finales de peli americana palomitera. Ese "perder por una nariz" me resulta mucho más sugestivo y sugerente por la magnitud de lo que evoca que un "ganar por narices".
Trepidante y redondo. Gracias
E.
Querer y no poder, y cuando se quiere, perder.
ResponderEliminarTe mueves excelentemente tanto a lomos de un corcel de 14 páginas como a la grupa de un microrrelato.
Me ha encantado.
Grande. Me encantó. El relato me llevóó desde la partida hasta el final por donde quiso. me sentí un poco jockey por momentos.
ResponderEliminarExcelente David!!!Consigues que el lector cabalgue entre tus letras y que sienta el vértigo y la velocidad. Enhorabuena!!!
ResponderEliminarExcelente "as usual"
ResponderEliminarMuy buen relato...emotivo sin empalagar.
ResponderEliminar¡Fabuloso! Qué importa esa nariz, corcel y jockey ya han ganado. Y este texto, por su calidad, seguro que también va por la senda.
ResponderEliminarUn saludo.
David, no se me acaban las maneras de felicitarte porque a cada relato le das lo que lo hace vivir. Además de tu estilo impecable y rotundo, vaya ritmo frenético has impuesto en sólo unas líneas, nene! Avisa cuando te den el Cervantes!
ResponderEliminarBuen relato. Corto pero trepidante. Y al final la culpable una nariz :P
ResponderEliminarEnhorabuena al ganador :)
ResponderEliminarun abrazo
Muy bueno, merecido ganador...por una nariz.
ResponderEliminarEnhorabuena David, merecidísimo ganador, por unas cuantas narices. Gran texto. Un abrazo.
ResponderEliminarEnhorabuena , campeón.. Muy buen relato.
ResponderEliminarEl mejor relato de la convocatoria ¡por lejos! Más que merecido primer puesto. ¡Felicitaciones, David!
ResponderEliminarEspléndido. Hemos vivido la carrera y sufido la derrota del anticlímax.
ResponderEliminarSe deja sentir que fué culpa del jinete. Bravo.
Original el hecho de ganar un concurso, perdiendo por una nariz!
ResponderEliminarMuy bien llevado el relato. Felicidades!!!
Aprovechar este espacio para agradecer a los que me han leido y votado pues han sido ellos sin duda los que me han ayudado a perder un poquito menos con este relato. Os lo agradezco de veras y queda dedicado este escrito a mis amigos por estar ahí. Gracias de todo corazón
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