Me olió a mierda y descubrí que eran las funciones de
mi trabajo. Me bajé del mundo. Era una señal, me tiré del vagón
en marcha. Ahora o nunca, pensé. Sentí lástima de los compañeros que realizaban la misma función, esa que me había
hurtado la primavera de mi espíritu, recluyéndola en una perenne
estación invernal. Juré que a partir de ese momento nunca tendría
un trabajo gris, un trabajo de mediocre.
El primero al que me presenté era de
calentador de camas imaginándome las funciones: dar calor con mi
cuerpo a las camas de los huéspedes de un maravilloso hotel. ¡Una
mierda¡ cada noche tenía que controlar visualmente los termostatos
de cientos de camas. Uno por uno.
Luego a testador de preservativos. Imaginé
largas jornada de sexo. ¡Me estafaron! Tuve que meter miles de condones en
una maquinita tipo pene. Posteriormente me ofrecieron ser cuerpo de banquete.
¡Peor! Horas inmóvil sobre una mesa, adornado de fruta y marisco para que me rechupetearan y te sobaran pero sin inmutarte, pues las
erecciones te las penalizaban. Me subo otra vez al vagón, vuelvo a mi plaza
de administrativo. Tengo que comer.
Texto: Francisco Concepción
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Texto de interesanes violencias literarias y de buscados contrastes. Un texto distinto, sin duda, necesario diría yo para la multiforme tarea del arte. Esta muy bien violencias de este tipo de vez en cuando. Felicidades.
ResponderEliminarEs curioso Francisco, desde que comencéa leer las primeras líneas pensé que este texto era tuyo y, efectivamente, cuando llego al final veo tu nombre al pié; no me has defraudado. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarDesde luego que tus textos no dejan indiferente y estoy con Román en que tu estilo es siempre inconfundible, así que sigue remezclando palabras con ese regusto ácido tan tuyo.
ResponderEliminarEstupendo texto
Despues de todo no está nada mal una plaza de administrativo. Es cuestíón de comparar,,
ResponderEliminarUn abrazo
Me encantó leerte
Veo que no soy la única que solo con leer la primera línea, aposté a que era tuyo. Lo cual espero te enorgullezca. Me encanta la mordacidad de tu texto, pese a lo que representa.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
Fantástica reflexión sobre la insatisfacción eterna que sufrimos. Ágil y muy divertido. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias Román, Ángeles, Aniagua, Isolda, Ana, por emplear un ratito en leer mis letras. Las cuales, por lo menos el estilo, les resulta familiar.
ResponderEliminarEs un elogio que te digan que tienes un estilo, que puede ser malo, pero que por lo menos te diferencia del océano de letras.
Es duro comprobar que el trabajo que parece tan agradable y fácil por fin no lo es tanto y que para comer hay que regresar a un trabajo grís que huele mal.
ResponderEliminarY nos lo cuentas con ideas y estilo bien tuyos. Enhorabuena, FranCo.
Como siempre un texto apasionado, rebelde, mordaz; donde se cuelan frases como "...esa que me había hurtado la primavera de mi espíritu,recluyéndola en una perenne estación invernal".
ResponderEliminarUn texto,ademas divertido, dinámigo y vigoroso, que muestra una vez mas que el autor tiene la suerte de poseer un estilo propio.
¡Fantástica también la foto elegida!
Felicidades Francisco.
Teniendo en cuenta los tiempos que corren, no sería malo que alguien trabajase como jíbarizador de estómagos. Qué manía, mira que tener que comer y desaprovechar estos trabajos tan, tan, tan creativos.
ResponderEliminarEnhorabuena, una vez más, por situarnos ante el espejo de un momento.
La precariedad frente a las posibilidades. Lo cotidiano con originalidad.
ResponderEliminarMe gustó mucho, besos