21 julio, 2012
El espantajo del principal
Me enteré por Carmenchu, la locuaz vecina del tercero derecha, que en mi piso del barrio de Chamberí, recién alquilado –de origen el principal-, había ocurrido una desgracia. No le hice caso porque estaba demasiado feliz para que viniera alguien a estropearlo pero, según iban pasando los días, la curiosidad pudo conmigo y tuve que ceder y escuchar el relato de los hechos.
A mediados de la década de los 50 vivía allí Julia, viuda de un republicano que fue descabezado por un obús poco antes de la entrada de los nacionales. Tenía una hija muy hermosa llamada Cándida, que andaba en amores de conveniencia con Pepe, un señorito repeinado y gomoso, bastante insoportable. Julia no lo podía ver, pero gracias a su influyente familia falangista habían podido salir adelante, sin ninguna represalia por el pasado rojísimo de su marido y a pesar de haber sido este integrante confeso de una checa y ejecutor en numerosos paseos. Pepe adoraba a Cándida tanto como a sí mismo y Cándida odiaba a Pepe, porque amaba secretamente a Roberto, un vivales de Lavapiés apodado “el Mazas”. Como había pasado un tiempo prudencial y cada vez se hablaba menos del pasado político, Julia y Cándida consideraron que poco más iban a sacarle al lechuguino y que era un buen momento para cortar la relación. Así se lo hizo saber la joven, una tarde, en la Casa de Fieras del Retiro, mientras este tiraba cacahuetes a los monos. Pepe se lo tomó a broma y le contestó que para librarse de él tendrían que matarle y emparedarle. Ni corta ni perezosa, Cándida se lo tomó al pie de la letra y conchabada con su madre y “el Mazas” lo citaron en el piso, donde este último, haciendo honor a su apelativo, le dio tal golpe que dejó al currutaco listo para los gusanos. Al fondo del largo pasillo, Roberto hizo un doble tabique y entre ambos, con el espacio justo, colocó al difunto de pie y en teoría para los restos. Eso es lo que pensaron, porque desconocían que la propiedad tenía el proyecto de construir dos pisos más, encima del principal y cuando se iniciaron las obras se descubrió el asunto. Para entonces y alertados por las posibles consecuencias, que evidentemente se hicieron realidad, Julia, Cándida y Roberto, que de tontos tenían más bien poco, estaban en las Chimbambas.Desde el macabro hallazgo, el piso había estado alquilado una sola vez y yo era el segundo. Los inquilinos anteriores, una pareja de recién casados procedente del bonito pueblo extremeño de San Benito de la Contienda, que iniciaban nueva vida en Madrid, huyeron despavoridos porque la contienda la tenían en el piso y no en su pueblo, con un espíritu intranquilo y muy pesado que no les dejaba pegar ojo y se metía con ellos en la cama.Debo confesar que a mí todavía no se me ha manifestado, pero la ilusión de vivir en Chamberí no me la quita ese espantajo.
Texto: Fernando Gessa Rivas
Narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
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Vaya! Toda una saga condensada en menos de 500 palabras.
ResponderEliminarY un nuevo inquilino sin miedo.
Me ha gustado.
Increible todo lo que has conseguido contar en 500 palabras con ese estilo jocoso de humor negro que me recuerda a N.Concostrina.
ResponderEliminarFelicidades y buena suerte.
Me has entretenido y admirado, no es fácil contar todo eso en pocas líneas.
ResponderEliminarA disfrutar, que los fantasmas no existen.
Un abrazo
Buenísimo!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios Ana J. (500 palabras dan para poco o mucho, pero en este caso, el juego manda), Isabel (El símil con Nieves Concostrina me encanta, porque me encanta ella, valga la redundancia), Virgi (¿Que los fantasmas no existen? Hummmm, no sé, no sé...) y Carmen.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy entretenido, también he pensado que la Concostrina disfrutaría con él. En este caso, Chamberí bien vale lo que sea.
ResponderEliminarHe disfrutado y mucho.
ResponderEliminarSaludo
Muchas gracias Isolda. El espantajo no conseguirá amadrentar a nadie, ¡el pobre!
ResponderEliminarMuy agradecido Ramón María. El mejor resultado para un escrito es el que tú me dedicas: "disfrutar".
Un saludo.
Fer tú tienes ese don especial de "envolver" al lector con tus historias! Gracias por compartirlas.
ResponderEliminarCada comentario tuyo es un mini-ensayo pleno de generosidad y de aciertos. Un verdadero placer recibirlos. ¡¡¡Gracias!!!
ResponderEliminarYo no viviría ahí porque me dan yuyu los espantajos o lo que sea, que no esté por mi propia voluntad. Pero el relato me ha encantado. Sigue escribiendo.
ResponderEliminarUn excelente trabajo, Fernando, de los mejores que han pasado hasta ahora por este concurso. Le has dado el tono humorístico y un lenguaje muy ajustado a la época en la que los hechos sucedieron ; me ha parecido ver también a Poe detras de ese emparedado falangista (un Poe muerto de risa, por supuesto). Te felicito.
ResponderEliminarMi querida Jessica, gracias por tu comentario, siempre tan lindo, como todo lo que me dices.
ResponderEliminarAntonio, me agrada tu valoración de los comentarios aunque... ¿qué te pareció el relato? Es broma, jajaja. Gracias por tus palabras.
Querida Gloria, ya sé lo "bien" que te caen los espantajos, pero este pobre está de capa caída y a punto de tener que abandonar el principal porque el inquilino no le hará ni caso. Gracias por tu comentario.
Amigo Román, no te negaré que me encanta lo que dices, porque no estoy acostumbrado a esas críticas tan fabulosas. Sí te puedo asegurar que me animan a seguir con esta ingrata tarea de escribir, que a veces te dan estas satisfacciones. Muchas gracias y un saludo cordial.
No sólo varias generaciones, sino una aguda caricatura del modo en que los españoles hemos ido trampeando con esta historia nuestra.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Fernando, buen relato, me ha gustado. Suerte.
ResponderEliminarGracias, Amando, por tu comentario. La picardía española para salir adelante y, en este caso, la castiza, para más inri.
ResponderEliminarMuchas gracias, Calamanda. Me alegro muchísimo que haya sido de tu agrado.
Saludos.
Bueno Fernando que en Chamberí haya fantasmas es de lo mas normal, pues es allí donde se encuentra la famosa estación de metro. Ésta fue clausurada a mediados de los 60, siendo hoy día museo,y se la conoce por "La Estación Fantasma"
ResponderEliminarQue haberlos haylos, no te quepa duda. Y el que nos ocupa ya se ha encargado de que tu te enteres. Ahora te hará pensar, pues te recuerdo que el sigue siendo falangista y tu, y tu y tu y tu y solamente tu....continuara.
Muchas gracias por tu comentario, Pedro. Cierto lo de la estación fantasma, y cierto también que hay muchos fantasmas, tanto a un lado como a otro de la delgada línea.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si las palabras fuesen "mi fuerte", quizás te podría dar a entender con ellas, cuanto me ha gustado............pero como no lo son, espero que tu fantasía te ayude a entender lo que te quiero decir: Fernando, eres un artista en transportar el lector con la mente y el sentimiento!
ResponderEliminarMuchas gracias Gisela. Me halagas excesivamente, gracias a tu cariño y amistad. Un placer que sea de tu agrado. Besos.
ResponderEliminarToda una historia condensada. Lo curioso es que tal como se cuenta, con esa parte de incredulidad del propio narrador (la parte fantasmal), resulta creíble para el lector. La España profunda, los amores de conveniencia, el ambiente posterior a la guerra. En fin, relato redondito, emparedado. Me gustó.
ResponderEliminarMuy agradecido por tu comentario, Ximens.
ResponderEliminarGracias al sentido de la oportunidad (¿O del humor?)del emparedado, la historia tiene final feliz, a pesar de lo escabroso del tema.
Un saludo.