30 julio, 2012
La epidemia de lágrimas
Eva, llorando, le suplicó que no se marchara. El abrió la puerta con los ojos inundados de lágrimas. Le rogaba, por favor, que no pusiera tantas trabas. La decisión ya estaba tomada y no había tiempo para rectificar. Ya no quedaba nada entre los dos. Aún así, ella no veía el momento de quedarse sola, no podía imaginar su vida sin él. Evitaban mirarse para no aumentar su dolor pero sus lágrimas se derramaban como torrentes. La vecina salió al rellano al oír sus llantos. No daba crédito a lo que contemplaba, jamás los había oído discutir. Siempre andaban cogidos de las manos y ahora esto…Les acercó una caja de pañuelos para secar sus rostros empapados pero la rechazaron. Seguían llorando rotos por la angustia que les producía la idea de la separación. La continua proliferación de lágrimas había provocado que sus ropas empezaran a calarse y la vecina, que también comenzaba a llorar, llamó a Gloria, de la puerta seis. Esta subió y, al contemplar la escena, quiso ayudarles con el paño de cocina que llevaba anudado en su delantal. Fue inútil, los tres rechazaron su ayuda debido al olor a ajo que despedía. Gloria, ante tanta impotencia, comenzó a sollozar y, temiendo lo peor, pidió ayuda al portero. Miguel, que era muy eficiente pero tartamudo, no pudo articular palabra alguna y se quedó paralizado mirando a los cuatro vecinos. Estaba limpiando el polvo de la escalera cuando le habían llamado y, como era alérgico, empezó a estornudar. Los incesantes estornudos le irritaron los ojos que comenzaron a protestar emitiendo una cascada de lágrimas. Tanta humedad comenzó a producir estragos y la vecina de la puerta cinco salió irritada para protestar. El agua ya le llegaba al salón. Miguel que, aunque mudo, seguía teniendo la cabeza en su sitio, llamó inmediatamente a los bomberos que tan sólo tardaron siete minutos en llegar. Quedaron estupefactos. El que llevaba el mando preguntó por la causa de tal desaguisado y, entre gimoteos, Gloria señaló a la pareja. Mientras los demás achicaban el agua, el jefe se dirigió hacia ellos y, como no había humo, alzó la visera del casco para ver mejor. Sus ojos se quedaron hechizados por los de Eva. Esta contempló al atractivo oficial y, de sopetón, paró de llorar. Sucesivamente cesaron todos de lamentarse. Roberto, que así se llamaba nuestro bombero, tomó a Eva entre sus brazos fornidos y, sin mediar palabra, la condujo hasta el interior de su vivienda. El marido cogió la maleta y, calladito, llamó al ascensor. Su vecina, que ya sonreía, entró en su casa, se sirvió un trago y continuó escribiendo su relato. Gloria se quitó el delantal, se lavó las manos y se fue con Miguel a tomar un café a casa de la vecina de la puerta cinco. Los bomberos, sin su jefe, se dirigieron veloces a contener otro incidente. En el número tres, el agua no cesaba de salir y ya caía por las alcantarillas.
Texto: Amparo Hoyos Sanchís
Narración: Susana Santamarina
Más Historias de portería aquí.
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Hay que ver..., no sólo la risa es contagiosa, al parecer el llanto también puede serlo.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu divertido relato y por la desenvoltura con la que lo conduces a un final feliz.
Abrazos.
Muy divertido este relato de lágrimas compartidas. Felicidades.
ResponderEliminarMe gusta esa proliferación de personajes que inunda tu relato y la escalera. Muy divertido!!
ResponderEliminarLo que puede originar una separación...
ResponderEliminarEstupendo relato Amparo, casi termino yo también llorando pero de la risa al imaginar toda la escena, casi parece una obra de teatro, creo que podría quedar genial.
ResponderEliminarIncreíble cómo tantas lágrimas pueden hacer reir.
Saludos.
Una maraviglia por empesar il dia feliz como un nino
ResponderEliminarYo también creo que como obra de teatro quedaría muy bien. Es muy dinámica, a pesar de transcurrir en un rellano, divertida y llena de esta solidaridad cotidiana que sigue existiendo pero casi nunca se menciona.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Me parece un relato fantástico. Es una situación de camarote de los Marx... pero el final es feliz... Me gusta mucho.
ResponderEliminarUn tremendo relato surrealista, delirante y divertidísimo. Muy bien construido y de lectura amena y recomendable. Enhorabuena.
ResponderEliminarMe ha encantado el tono surrealista y el sorprendente final del relato. Felicidades!
ResponderEliminarUna historia original y muy bien contada. Enhorabuena!
ResponderEliminarUn cuento con mucha frescura y creatividad. Enhorabuena.
ResponderEliminarRemei
jeje, simpático relato surrealista donde los bomberos —esos andrajosos tipos altos, fuertes, guapos— apagan el fuego interior. Me he divertido imaginando la inundación, y claro si se corre la voz...Venga, que lluevan lágrimas. Suerte, Amparo.
ResponderEliminarMe ha encantado este relato lleno de originalidad, ingenio y frescura. Me parece muy bien estructurado y narrado. También lo veo como una escena de teatro dinámica y divertida de la que me reiría con ganas. Felicidades , Amparo.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios que me llenan de energía positiva para continuar escribiendo.
ResponderEliminarMe gusta mucho el relato. Muy divertido y original. Enhorabuena Amparo
ResponderEliminarAmparo, enhorabuena por el relato y el premio.
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