Nieves, mi vecina, debe estar a punto de llegar de su trabajo en un hipermercado del extrarradio. Estoy enamorado de ella desde que éramos niños, y aunque nunca se lo he dicho, sé que lo sabe desde el día que le robé un beso y la virginidad en el rellano. Se enciende la luz, enseguida se recortan en el descansillo las siluetas de Rufus y de su dueño; el perro jadea, el hombre se ahoga porque no se despega del cigarrillo ni un segundo. Juana abre la puerta antes de que él encuentre las llaves y le abronca sonoramente, como todas las noches, por mantener vivo ese odioso vicio. Aunque en el inmueble los hay peores: los del cuarto consumen-y venden- otras cosas. Creen que solo nos fijamos en sus corbatas y pañuelos de diseño, que con eso nos confunden. Como decía mi madre: ¡Tienen más vicio que una garrota! Se enciende de nuevo la luz, pero tampoco es Nieves. Es Concha-la mulata de tercero-, un espectacular derroche de carnalidad que ha trastornado a Berta-la vecina del primero- hasta tal punto, que su marido la ha abandonado. Mamá no podía entender que una mujer desease a otra, pero el morbo de la situación hacía brillar sus ojos oscuros. Nieves está tardando mucho hoy también. Se acerca el verano, ya vuelve a haber moscas y mosquitos; tengo que ver si mamá necesita algo para evitar que la piquen, que no quiero que pase lo del año pasado. Con ella no lo hice tan bien como con papá. De él sólo queda el maldito espíritu del ático, ese que está empeñado, inútilmente, en convencer a todos los inquilinos de que soy un asesino. No sabe el pobre que aquí los únicos que gozan de cierta credibilidad son los fantasmas vivos, y sólo hasta que se descubre que van de farol, que después ni eso. A mamá debí meterla también en cal en la bañera, y no dejarla en su cuarto para no sentirme solo; al fin y al cabo, tarde o temprano Nieves entrará en mi vida. Mientras, seguiré cruzando los dedos para que Vanessa esté subiendo hasta el quinto, toque mi timbre y sea yo quien pase la noche entre sus piernas, en el chiscón de su portería.
Texto: Paloma Hidalgo Díez
Narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
Ya tenemos al primer psicópata de la colección de relato. Texto bien llevado.
ResponderEliminarEl primer relato, y ya empezamos a sentir yu-yu.
ResponderEliminarEs un relato opresivo y macabro que nos va llevando de la mano hasta un final muy pero que muy inquietante.
Primer relato y de nuevo corte Almodovariano! Nos deja con la intriga... Habrá que poner mucho empeño, aunque imaginación va a ser difícil!
ResponderEliminarArmando, el psicópata del quinto agradece muchísimo tus comentarios; me lo acaba de decir. Y yo te lo trasmito encantada.
ResponderEliminarSaludos.
Ana, el psicópata también tiene palabras de agradecimiento para tí. Debe ser que hoy está de buen humor.
Un abrazo
Isolda, el mismo, el psicópata, ha dado vueltas de campana al sentirse Almodovariano. Yo le comprendo, que conste.
Un beso
Espléndido relato. El otro lado de la realidad que a mi me persuade.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades
Gracias Aniagua, a mí me pasa igual, y casi nunca me atrevo a escribir sobre él, me alegro de que te guste.
ResponderEliminarUn abrazo agradecido.
Una fiel pintura del submundo donde pululan las masas sudorosas y aullantes, dispuestas a soportar al resto con tal de no causar olas.
ResponderEliminarQue tribu. Se está mejor de okupa de playa.
Jaja, sí como okupa de una playa desierta que no esté masificada sí, si no, corremos el riesgo de encontrarnos con otros submundos-un pie a la altura del cogote por ejemplo-que también darían mucho juego.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por el audio. Me encanta, como siempre, escuchar mis relatos en boca de La Voz Silenciosa. Un placer.
ResponderEliminar:-)
Paloma, enhorabuena por tu relato ganador en Cadena Ser. Está muy bien.
ResponderEliminarMe gusta la descripción de los personajes de la casa. Historia de una escalera. Y el psicópata pone carne de gallina.
ResponderEliminarUn beso
Gracias Calamanda. Lo de la Ser fue una gran alegría.
ResponderEliminar:-)
Eso justamente era lo que buscaba, que diera grima...
ResponderEliminarGracias por comentar Mei,
Un abrazo.
Me ha encantado este relato, es una novela en miniatura que adem'as se visualiza muy bien. Felicidades.
ResponderEliminarEli
Todo transcurre más o menos bien para el lector hasta que aparecen las moscas y los mosquitos, aquí hay que encender la luz y mirar para atrás. Vaya vecindario que te has montado, Paloma. Venga, suerte.
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