Vestido de marinero, así me veo hoy que la memoria, quiere llenar mis horas de insomnio recordándome que un día fui feliz. Tenía ocho años y mi madre había vuelto a dejarme en casa de mis abuelos, convencida de que esta vez mi padre no mentía y por fin iban a casarse. Recuerdo el gesto de desaprobación de mi abuela al verme en la puerta. Con los años comprendí que era la inocencia de mi madre lo único que le molestó de aquella visita.
El bloque en que vivían tenía grandes alicientes para mí. La portera, una mujer extrañamente masculina a mis ojos infantiles, que gozaba del respeto de los vecinos por los artículos que publicaba en un conocido periódico. Ella siempre me ofrecía caramelos de violeta. Pero sobre todo, estaba Nuria, una pelirroja de mi edad que tenía un perro enorme, un dogo, y un montón de pecas en la cara.
Ya casi era de noche cuando el abuelo me pidió que le acompañara a comprar pan para la cena. En la escalera nos encontramos con Nuria; el abuelo consiguió sonrojarme al pedirle que me invitara a jugar a su casa, a ella le hizo gracia mi azoramiento y siguió riéndose escaleras arriba. Al comienzo del segundo plato, llamaron al timbre. La solicitud de mi abuelo había sido atendida; después de cenar tenía que subir a casa de Nuria. Ayudé a recoger y subí lo antes que pude.
Ella apagó la luz en cuanto entré en su alcoba, me cogió de la mano y juntos nos acercamos a la ventana; allí, sobre la repisa del radiador, los prismáticos de su padre iban a permitirnos entrar en la vida amorosa de la pareja que vivía al otro lado del patio de vecinos. Me sentí incómodo, pero no dije nada. Me limité a hacer que miraba y a repetir las exclamaciones que ella había hecho en su turno. Se cansó pronto, entonces me propuso jugar a los secretos. Ella comenzó:
—He pillado a mi madre besándose con la vecina del primero, —exclamó buscando ruborizarme.
—Mis padres no están casados, —musité yo.
—En el ático vive un fantasma, — apostilló ella.
Le dije que no me lo creía, ella me propuso subir a comprobarlo.
En el rellano del quinto algo crujió bajo mis pies. Era una de las decenas de cucarachas muertas que yacían junto al cadáver de un ratón; nadie vivía en esa planta desde hacía meses y la portera prefería escribir a limpiar lo que nadie usaba.
Habíamos llegado, abrió la puerta con una llave que sacó del bolsillo y entramos. Nuria encendió una linterna. Estaba tan muerto de miedo que vi tres fantasmas. Tres fantasmas volando. Salí a la carrera, arrollando en mi huída a los vecinos del cuarto, un par de ludópatas a los que mi abuela no me dejaba acercarme.
Así empezó todo.
Hace tres meses llegaron su cáncer, el insomnio, la desesperanza. Ayer la soledad. Hoy solo quiero recordar tiempos felices.
Texto: Paloma Hidalgo Díez.
Narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
hermoso y desolador. Gracias.
ResponderEliminarUn relato muy bien hilbanado. Desde la nostalgia y el dolor por la ausencia del ser amado, recupera la mirada bondadosa de la infancia y recorre con ella aquellos "tiempos felices" cuando ... "empezó todo".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.Felididades
Paloma, qué bonita y triste historia. Me ha emocionado imaginar ese comienzo y ese final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a todos por comentar; y por dejaros llevar por la historia, y por sentir las emociones que encierra y por...
ResponderEliminarUn abrazo.
También me ha gustado. Aclárame el argumento (o no...si te apetece): es la historia de un niño que conoce a la que será la mujer de su vida, la pelirroja con pecas en la cara, que el cáncer consigue salir adelante y agotar sus fuerzas y su propia vida.
ResponderEliminarEs un relato muy hermoso.
un saludo
Ningún problema en explicártelo.
ResponderEliminarArgumento:
Casi lo has descrito tú: búsqueda de los recuerdos felices de un hombre que acaba de perder a la compañera de su vida. El origen de su vida en común a modo de consuelo en la desgracia.
Gracias por leerlo Esilleviana.
Reflejas muy bien el dolor de la ausencia. Bello en su tristeza.
ResponderEliminarUn abrazo Paloma
Me costó algo coger lo circular de la historia, que es el principio y el fin de una relación que comienza en la infancia feliz y acaba, como acaba todo, con el final. Me ha gustado.
ResponderEliminarPrecioso relato Paloma. Me gusta la forma de redondearlo tras ese "Así empezó todo". Primero, nos dejas el amor infantil de Nuria y el protagonista construyendo los recuerdos a medida que avanzan por la escalera : desde la portería hasta el ático de los fantasmas. Y regresas a la soledad de la pérdida justo cuando el niño huye de sus visiones.
ResponderEliminarRecibe un abrazo ¡creativa!.
Laura.
Gracias Laura.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos
¡Gracias Voz Silenciosa! Ya conozco tu nombre, pero si tú me lo permites, seguirás siendo mi Voz Silenciosa. Qué te voy a decir, pues que me encanta escuchar mis cuentos arropados con tu voz.
ResponderEliminarFelices vacaciones y muchas gracias de nuevo.
Un relato tiernamente demoledor.
ResponderEliminarSal y azúcar, sol y luna, vida y muerte...Los unos no serían lo que son sin los otros.
ResponderEliminarGracias por leer y sobre todo, por comentar.
Cuando las historias tienen vida propia como esta, es un AUTENTICO placer leerlas. Me ha gustado porque auna los dos ingredientes que aliñan la vida: la eterna lucha por conseguir que la felicdad no nos abandone y el amor y su idiosincrasia. ENHORABUENA
ResponderEliminarPaloma, una vez más me gustan tus relatos. Además de que su lectura atrapa, me encanta entender lo no escrito: El regreso al inicio del amor de la mujer que se le ha muerto. Las niñas, como casi siempre, más prematuras (jeje). Los tres fantasmas que vio los asocio precisamente el cáncer, el insomnio y la desesperanza. Ese ayer la soledad, que dice sin decir, y el estado de ánimo al final. En fin, un buen trabajo.
ResponderEliminarMi más sincero agradecimiento al Anónimo.
ResponderEliminarXimens, has hecho un análisis estupendo del relato, gracias por tu valoración y tus palabras.
Un abrazo.
Paloma, entre tanto relato bueno, se me había perdido este estupendo.
ResponderEliminarMe encanta la trama. Me gusta cómo manejas las escenas, cómo creas el ambiente, la intriga, cómo dibujas los personajes.
"...recordando que un día fui feliz". Tristeza, alegrías, vivencias. En pocas líneas tanta historia intuida...
Un abrazo, Paloma.
Me ha encantado tu relato.
Amparo Martínez A.