Se fueron. Y después de un par de kilómetros estaban de vuelta. Nadie notó las ausencias. Era verano, fue un verano.
Aquella tarde había sido distinta porque normalmente, sobre las cuatro, él salía de casa. Los demás dormitaban en el 2º D. Con este calor, no se podía hacer otra cosa. A esa misma hora, se abría también la puerta del piso de encima y María la dejaba entornada con mucho cuidado. Jorge subía junto a ella y los dos se reunían en el descansillo, entre el tercero y el cuarto. Así tenían a la vista, al menos una de sus viviendas. El silencio en esos momentos era total. Es más, nadie de estas alturas bajaba por las escaleras; utilizaban el ascensor.Se cogían de las manos, se miraban sin hablar, con el sentimiento de culpa a flor de piel. Les bastaba con un roce, un suspiro, un tímido y callado piropo, para parar el mundo durante unos minutos. A veces, él le llevaba algo escrito, que Jorge leía sin soltar, ni un momento, sus dedos entrecruzados. Después, volvían a ensimismarse ante lo que sentían. ¿Cómo era posible tal pasión? ¿Cómo los minutos volaban y las caricias no acudían a ellos? No sabían más que aferrarse el uno al otro. El tiempo avanzaba y debían volver a sus respectivos hogares si no querían levantar sospechas. Así día tras día, sufriendo, sin saberlo, de amor.En ocasiones, era él quien le hablaba en sus textos, en silencio. Una de esas tardes, María leyó un pequeño poema de Jorge, que le llegó muy adentro. Pensó que ya era tiempo de tomar decisiones importantes. Al despedirse, ambos sabían que no había vuelta atrás. Sus miradas eran tan explícitas…Llegó el día. María le regaló un cuaderno para empezar una nueva vida juntos donde quedara plasmado todo cuanto se habían dicho y se dirían en el futuro. Jorge lo abrió, como si fuera un tesoro. La tapa era de color rojo, el favorito de ambos, y en la primera página leyó una dedicatoria que le emocionó: “Para mi amigo, mi amiguísimo Jorge, que hoy cumple 7 años”. Abajo, a la línea, con la mejor letra de que era capaz, seguía: “¿cogemos las bicis y nos vamos de aquí?”
Texto: Isolda Wagner
Narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
Se me han puesto los pelos de punta. Los "Siete años" le dan sentido al texto.
ResponderEliminarEl amor, que da fuerza y rebeldía para saltar todas las barreras, el amor, que es tan potente que sientes mariposas en el estómago con solo recordarlo.
ResponderEliminarY la edad, de verdad que no importa.
Tu texto me ha devuelto esas mariposas en el estómago.
Un abrazo gigante, querida Isolda.
Nota: La Esfera esta vez soy yo, Ana J. Cabezaloca. Si es que no son horas... Otro abrazo más.
ResponderEliminarDe esos amores que nunca se olvidan...
ResponderEliminarIsolda, describes muy bien ese ambiente a la vez secreto e inocente.
Un saludo
Perdonadme si no os he contestado. Hasta ahora no he visto el cuento publicado, ni lo esperaba en la fecha en que apareció; se supone que tocaba hoy. Ana J. gracias por tus palabras; Libélulas y Mei, más gracias y a ti José, qué decirte, que en tu voz, todo parece verdad.
ResponderEliminarUn beso enorme.
¡¡¡Pero qué ternura!!!
ResponderEliminarIsoldaaaaaa, niiiiñaa, que me has puesto los vellos de punta.
Me ha encantado el ritmo del relato
Besos y abrazos desde Navarra
Qué ternura Isolda!!
ResponderEliminarMe dejaste pegada a tus letras de principio a fin!
Me encantó
Un abrazo inmenso
Maffi
Me sorprendiste y una emoción recorrió mi cuerpo al llegar a los 7 años.
ResponderEliminarUn besazo.
Un relato precioso, querida Isolda, con toda la frescura de la infancia, aunque eso se descubra al final, un cierre sorprendente y al mismo tiempo coherente... me ha encantado. Un abrazo muy fuerte para ti y para todos los esféricos.
ResponderEliminarSi hubiera tenido bici, quizá la primera chica que me gustó (con seis o siete años también) me hubiera escrito algo tan chulo.
ResponderEliminarMaría, Amando, no sabéis (o sí) lo que agradezco vuestros comentarios. Como en casi todo, algo hay de verdad en esta historia...
ResponderEliminarGracias a los dos y besos, siempre.
Jeje, qué bueno. Nada indica que se trata de dos niños. Todo nos induce a pensar en amores prohibidos entre vecinos. La frase inicial es muy buena, atrapa la solución. Y el amor puro, de amigos, muy bien. Felicidades.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Ximens, me alegra mucho que te haya gustado y me ilusiona que lo hayas visto pues ya hace días que salió.
ResponderEliminarUn beso con sabor a mar.
Estupendo amor entre pisos, Isolda.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángeles,que viniendo de alguien del Comité de La Esfera! jaja. Es broma. Un beso grande.
ResponderEliminarEspléndido relato, Isolda: medido como una sinfonía, fresco, apasionado y potente. Me ha encantado.
ResponderEliminarA ver si dejas de perder el tiempo en internet y te pones a escribir regularmente, con disciplina.
Besos
Elvira