—¿Cómo lo descubrió?
—A un portero con mi experiencia nada le pasa desapercibido.
—Pero no era fácil. Según la Policía, actuaba discretamente.
—¿Nunca ha oído que la mayor virtud de un portero es la observación? Nada se nos escapa. Tenemos que aprender a distinguir todo lo que conviene o no a los vecinos, ya me entiende, doña Mercedes. Y eso es más importante que mantener las zonas comunes en estado de revista.
—Rufino, al grano…
—Verá, desde que llegó, sospeché. Me llamó la atención su escaso equipaje. Supuse que en unos días traería más, pero no fue así. Fíjese que servidor madruga, pues ni una sola mañana le veía, hasta las tres, cuando volvía… y, salvo los jueves, que salía a comprar, nunca le echaba la vista encima.
—¿Y…?
—Por las noches era peor. —Rufino miró a su alrededor, como si temiera ser oído. Casi susurraba—. Tras dos meses, no podía quedarme de brazos cruzados. Empecé a investigar con método. Ya me entiende… ¡No me mire así! —bajó aún más el tono—. No lo hago nunca, salvo que la seguridad del edificio lo requiera… Empezaba a ser un caso sospechoso…
—Pero, Rufino, ¿qué riesgo hay porque un inquilino madrugue, regrese a las tres, y no salga el resto del día, salvo los jueves para comprar…?
—Ríase, ríase… Empezó a recibir paquetes… —El portero vio cómo la presidenta enarcaba las cejas en un gesto de sorpresa—. Así es, doña Mercedes. Paquetes que no cabían en el buzón y que el cartero, un viejo conocido, me dejaba para que se los entregara…
—Y le faltó tiempo para meter las narices…
—No tan deprisa, que he salvado a la comunidad de un subversivo. Menos humos… No fue al principio. Antes subí unas cuantas noches hasta la puerta de su ático, y comprobé que sólo se oía el silencio…: ni televisión, ni radio… Nada… Excepto un día que oí música de esa que llaman clásica, ésa rara llena de violines. Ya sabe a lo que me refiero… ¿Ve cómo tenía razón? Después de varias noches me dije, “Rufino, actúa, la comunidad te necesita”. A la mañana siguiente el cartero trajo otro paquete pequeño, rectangular, ligero. No lo abrí, pero tampoco se lo entregué. Esperé a ver si lo reclamaba. Una semana después llegó otro, también rectangular, pero más grueso y pesado. Hice lo mismo. Ya sé lo que está pensando, pero se equivoca, no lo abrí, también lo guardé. Días después, otro, más grande, dentro de una caja, y no pude aguantar más, lo abrí. Entiéndame, era un caso de fuerza mayor… Allí estaban… ¡¡Libros, doña Mercedes, libros…!! Nuestra seguridad al borde del precipicio. ¿Es que no leyó los estatutos? Se empieza leyendo libros, y vaya usted a saber dónde se acaba… Llamé a la poli, pero antes me aseguré de que no escaparía, así que subí al ático. Abrí la puerta con la llave maestra y descubrí algo peor…
—¿Más…?
—El colmo de la subversión…: ¡¡¡Es escritor!!!
Texto: Amando Carabias
narración: La Voz Silenciosa
narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
Jaja, escritor? No me digas más. Subversivo, fijo. Muy bueno el diálogo, Amando.
ResponderEliminarBesos.
Magistral...made by Amando jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo, subversivo, que eres un gran subversivo.
Dios mío! El colmo de la subversión, letras, si no, que se lo digan a los dictadores que siempre empiezan por controlar lo que lee el pueblo. Una estupenda genialidad más de Amando, de lo más apropiada a la convocatoria, lástima que no pueda concursar.
ResponderEliminarUn relato al más puro estilo policíaco, con ese portero detective que nos narra cada paso dado para llegar a destapar el terrible y oscuro secreto que esconde el nuevo inquilino.
ResponderEliminarY ese final, que nos deja sorprendidos y admirados.
Magnífico!
No iba desencaminada al creer que el vecino era un terrorista, porque lo era: un terrorista procultura.
ResponderEliminarMe ha recordado a los subversivos de Farenheit 451.
Un abrazo
En esta comunidad notaba la falta de un escritor. Tenía que ser nuestro escritor de bandera quien lo introdujera.
ResponderEliminarQuerido amigo, es que lo tuyo y la escritura es una amor de vísceras. Un amor de verdad.
Estoy seguro que también te encanta la sopa de letras, no me refiero al juego, me refiero al plato de cuchara.
Me produce envidia tu dedicación. Lo siento.
Un abrazo.
Colegas a cuidarse de Amando, nos puede delatar, lo nuestro es imperdonable, escribimos sueños, quimeras, dolores y alegrías.
ResponderEliminarUn abrazo, me encanto tu relato.
Muchas gracias a todos por vuestras palabras que, como siempre, son exageradas.
ResponderEliminarConfieso que encontrar una historia para esta convocatoria ha sido complicado, y si no hubiera sido por la insistencia de algunos, no habría sido capaz de participar.
Así que a algunos dobles gracias.
Pues menos mal que te has animado, ha sido un placer leer tu historia; la subversión es lo tuyo.
ResponderEliminarSaludos
Muy bien creado el ambiente y la intriga. Nada hacía sospechar que se tratará de un terrorista cultural. Avanzar la trama mediante diálogos no es fácil, pero tú haces que lo parezca. Me gustó.
ResponderEliminarEn cuanto salí del chat me vine a escuchar el audio.
ResponderEliminarQué bueno, Jose!!!
Me ha parecido estar en el teatro.
Fantástico!
¡¡¡Genial, José Francisco!!!! Has clavado la idea que tenía de la conversación.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo el trabajo que haces con los textos.
Me alegra acertar con la lectura de vuestros textos. Es un auténtico placer. Un abrazo silencioso.
ResponderEliminarArmando, la conversación es fantástica. Se escuchan algunas aseveraciones casi en susurro. Hasta otra
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